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Ángel

Rosa Montero

Hace año y medio fue un personaje célebre, ángel oscuro y vengador de los tiempos modernos. Apareció en mitad de un juicio de pesadilla y nos heló la sangre; venía de más allá de los confines de la legalidad pero actuó como un exacto servidor de la justicia. Contó, y el tribunal ratificó la veracidad de sus palabras con la sentencia, las brutalidades a las que había sido sometido. Era un -ángel marginal y con coraje, Ángel Manzano.Entonces, cuando el juicio del Nani, todo el mundo se hizo lenguas de la grandeza de su gesto: acudió a testificar en el proceso aunque eso le costó la libertad. Manzano era un delincuente raro, de brote tardío; trabajó como emigrante en Alemania durante 10 años, y fue al volver, recién separado de su mujer y sin trabajo, cuando cruzó la línea. Cuando habló en el juicio, y hablar como él lo hizo resultaba desde luego peligroso, el público le convirtió en una suerte de héroe: ahí estaba Manzano, arrostrando riesgos posibles y cárceles seguras. Un delincuente común colaborando esforzadamente en el ensanchamiento del proceso democrático.

Pero pasaron los meses y los humanos tenemos flaca la memoria. Manzano dejó el brillo de la actuali dad y se hundió en la penumbra de las prisiones. Lleva entre rejas des de entonces y se diría que nadie se acuerda de lo que hizo. Pidió el in dulto en el pasado mes de julio, pero una burocracia muda parece haberse tragado sus papeles. Salió unos días de permiso porque su madre sufrió un infarto, y al regreso a la prisión acabó de hundirse. Me cuentan sus angustiados familiares que ha estado internado en el psiquiátrico del penal, que ha adelgazado 20 kilos, que está sumido en una depresión embrutecedora. Que puede hacer "lo de Escobedo, o quién sabe qué". Quizá luego, si algo fatal sucede, nos lamentaremos y llenaremos los periódicos de comentarios muy sentidos. No hay héroe que resista la miseria carcelarla y el olvido.

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