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El 'yuppy' británico, rico pero despreciado

El hundimiento de la 'Marchioness' reveló el rechazo social hacia los cachorros thatcherianos

La década de thatcherismo ha supuesto el aupamiento del dinero como valor supremo en el Reino Unido. La añeja repugnancia del establishment social por hacer dinero ha quedado desplazada por el tanto eres cuanto tienes, y la búsqueda febril de la materialización de ese credo no termina de calar en una sociedad extremadamente conservadora, apegada como pocas a la estructura de clase y en la que ni los de arriba aceptan las intrusiones de los de abajo ni éstos aprueban las deserciones de algunos de sus miembros. El yuppy, prototipo de joven ambicioso, ostentoso y trepador, no es más que un pobre paria a cuyo paso la sociedad británica escupe un despectivo ¡púdrete!

Un financiero de la City londinense celebraba a finales del caluroso agosto su 26 cumpleaños en una barca de recreo en el Támesís. Los más de 120 invitados a la fiesta de Antonio Vasconcellos, el hombre de Torras Hostench en Londres, eran en su mayoría representantes de la nueva clase de cachorros' thatcherianos cuya sola ambición es llegar arriba, mantenerse siempre guapos y jóvenes y derrochar estilo. Alex, el protagonista de una tira cómica en las páginas de información económica del diario The Independent, es el retrato caricaturizado de esa nueva tribu, infatigable asaltadora de viejos principios.Algunos de los invitados al jolgorio del 20 de agosto ya estaban encarrilados, y otros aspiraban a entrar en esa senda arbolada de hedonismo, belleza y lujo. De madrugada, la Marchioness en la que estos yuppies bailaban, bebían champaña y reían fue embestida por la dragadora Bowbelle y la fiesta se trocó en tragedia. El pacífico pero poderoso Támesis se llevó la vida de 51 de ellos, incluidos varios miembros de la tripulación.

Era la enésima catástrofe masiva en el país en pocos años, y como en las anteriores se lanzó una campaña para allegar fondos a los damnificados y sus deudos con el nombre de Thames River boat Disaster Fund (TRDF). Al cumplirse el mes del accidente apenas se han conseguido 55.000 libras (unos 10 millones de pesetas) en aportaciones populares, cuando al cabo del mismo tiempo para los afectados por la escabechina de abril en el estadio de Hillsborough se lograron 3,5 millones de libras (que hoy ya llegan a 10 millones), y para las víctimas del transbordador Herald of Free Enterprise, 3,4 millones.

Sociedad cicatera

La cicatería de la sociedad británica ha sorprendido a algunos, que lo atribuyen a una fatiga de la compasión tras tantos desastres (fuego en la estación de King's Cross, incendio en la plataforma petrolífera Piper Alpha, jumbo de Pan Am que estalla sobre Lockerbie, accidente ferroviario de Clapam Junction, además del aplastamiento en el estadio de Sheffield, todo ello en un lapso de dos años) o a la falta de cobertura del accidente por televisión, que impidió a los ciudadanos identificarse con las víctimas de la Marchioness.La explicación más plausible de este desentendimiento, sin embargo, la da Tony Ritchie, alcalde de Southwark, el municipio londinense en que se produjo el accidente, y promotor del TRDF: "La gente se cree que las víctimas eran un grupo de yuppies que no necesita ayuda".

Tony Ritchie niega que eso sea cierto y atribuye el rechazo popular a la imagen de las víctimas ofrecida por una Prensa sensacionalista que tituló con "Llanto en la ciudad del glamour" o "Muerte de la gente guapa", al tiempo que insinuaba que podría tratarse de una fiesta de gays y lesbianas.

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A la etiqueta de yuppies se unieron sambenitos de connotaciones abiertamente negativas, ratificadores de los prejuicios de una sociedad resentida con la pompa trivial de los jóvenes thatcherianos, que nadan en la cresta de una ola que crea cada vez mayor distancia entre ricos y pobres. "Hemos recibido cartas en las que se nos dice que no deberíamos andar buscando dinero", señala el alcalde.

Los familiares de algunas de las víctimas se han apresurado a mostrar que el deslumbrante papel de celofán sólo envolvía a simples trabajadores y que otros estaban en el paro, con la amistad como único elemento común al grupo.

Querer y no poder

Pero el arzobispo de Canterbury, que acaba e celebrar un funeral por ellos, ha recordado que muchos de los que murieron eran "jóvenes, atractivos, competentes y brillantes, llenos de vida y esperanza", mientras los supervivientes, que han de volver al ámbito ostentoso de Alex, están menos decididos a desmarcarse del mundo en el que aspiran a reinar. "Estaban empezando sus carreras", dice Annette Rusell, responsable de una agencia de modelos que perdió a dos de sus chicas en el desastre del Támesis. "No eran extremadamente ricas", añade.El fatuo extremadamente es la clave de la psicología: del mundo de las víctimas de la tragedia del Támesis, el fundamento de la repulsa popular, que no presta oídos, o no termina de creer, al alcalde Ritchie: "Hay mucha gente que necesita ayuda con urgencia".

El personaje de Alex, ejecutivo de un banco de negocios, estaría de acuerdo con el alcalde, porque cada día ha de esforzarse por distinguirse de los yuppies que le rodean que quieren Y no pueden.

En la Marchioness él hubiese distinguido a los unos de: los otros. Pero para el trabajador medio británico todos son los mismos y merecen el mismo desprecio.

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