Mozo
Cuando yo entré en la Universidad era tiempo de locos egregios. Catedráticos estrambóticos con sombrero recitaban y aprobaban en combinación con la Lotería Nacional. Sus ayudantes provocaban huidas generalizadas hacia las tascas del contorno. Los alumnos llevaban chaqueta y corbata, eran pocos, y sobre todo pocas, y se levantaban al entrar en clase el profesor. Había unos ancianos llamados bedeles cuya función era dar la hora, que no el siglo, como si el Gobierno reconociese que con el sueldo que pagaba al universitario no era exigible la posesión de reloj de pulsera.Han pasado muchos años. La Universidad se ha poblado de jóvenes con anorak o cazadora. Gente bien ahmentada que no saluda ni a su padre. Han crecido mucho, y cuando van en chándal da la impresión de que van a ponerse de un momento a otro a jugar al baloncesto con el Código Civil. Hay muchas chicas y también hay muchos profesores, que ya no llevan sombrero y algunos son titulares sin haber hecho la mili. En los departamentos hay terminales y hasta impresoras láser, y a las secretarias les falta un curso para terminar Ingeniería de Puertos y Caminos o cosas así. Ya no se da la hora. El único bedel joven de los viejos tiempos, José, es ya un hombre maduro que sobrevivió felizmente a una bomba fascista.
Y en éstas nos llega una circular al departamento de Sociología anunciándonos la adjudicación de un mozo deservicio. Sic, un mozo de servicio. Ignoro de qué vetusla disposicíón se ha deslizacio el térinmo, pese a q ue la junta de gobierno es progresista y usa el catalán como lengua oficial. De momento, el término ha desatado nuestras fántasías más retrógradas. ¿Nos traerá el mozo un cafetito a clase? ¿Se hará cargo de nuestro caballo? ¿Llevará chaleco a rayas y un plumero bajo el brazo? Esto es nivel de vida, señores. Salimos a muchocientos alumnos por barba y melenita, pero tenemos un mozo de servicio para los doce.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.