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Sin novedad en el frente

En Bilbao, durante las fiestas, decía una pintada: "Un funcionario cada día y su madre también", obra de arte de la barbarie que estremece y niega que el ser humano lo sea necesariamente. Hace unos días, en Bilbao, moría un jubilado, pescadero de profesión, destrozado por un paquete bomba que aún no se sabe si iba destinado a él o a algún policía nacional de los que viven en la misma calle. Algo a lo que posiblemente se llame un error pero que no lo es si se tiene en cuenta lo que ha dicho, en un texto publicado en el periódico bilbaíno El Correo Español, un pariente de la víctima: "¿O acaso si la acción homicida hubiese tenido otro destinatario se podía hablar de un acierto en vez de un error?". Entre ambos acontecimientos, el frente autonómico o nacionalista se frustraba casi con la celeridad de los fuegos artificiales de las mismas fiestas pasadas. Es decir, la normalidad más absoluta en todos los frentes. En todos los frentes vascos.Existen otros, pero se habla menos de ellos. Porque en Euskadi se trabaja por la recuperación de la economía; se percibe el interés por la mejora de la comunidad autónoma; las grandes ciudades han salido del marasmo de muchos años de ayuntamientos de andadura lenta e imaginación escasa; el Gobierno se ha asentado; las diputaciones y ayuntamientos han emprendido obras y planteado proyectos. En cuanto al problema de la violencia mismo, el número de ciudadanos que se ha sumado a su denuncia ha aumentado, incidentes como la guerra de las banderas cada año se quedan más aislados, se habla cada vez más claro y cada vez más alto contra la violencia porque se va perdiendo el miedo. Aunque se pueda temer alguna llamada al orden de ETA a quienes tanto y tan alto hablan, después del correctivo aplicado a la justicia mediante el asesinato de la fiscal Carmen Tagle. Las cosas cambian, y cambian a mejor. Sin embargo, el puñado de asesinos y su numeroso entorno trastornan la visión. Hay algunos que a fuerza de querer a Euskadi -un supuesto muy discutible- la abrazan tanto que más bien parecen intentar asfixiarla.

Hay otra Euskadi, pero siempre se habla de ésta en la que resalta el relumbrón de la sangre. Ésta en la que nos dedicamos a exportar asesinos olvidando otras exportaciones más decentes y el esfuerzo colectivo por salir de la zona de depresión industrial, a la que se podían incorporar los voceros de la sangre. Pero en el frente político tampoco hay novedad, porque el intento de crear uno autonómico ha fracasado. El frente tenía pocas probabilidades de llegar a existir y al mismo tiempo planteaba un riesgo político más allá de los deseos inmediatos de los participantes en las conversaciones, al menos de dos de los participantes: el Partido Nacionalista Vasco y Euskadiko Ezkerra. El riesgo era el de resucitar los frentes nacionales, las; dos comunidades, los nacionalistas contratodos, o frente a todos, o ante todos; que además son menos; a partir de que Euskadiko Ezkerra negaba hasta hace poco ser nacionalista y afirmaba ser abertzale no nacionalista, aunque quizá yo lo recuerdo mal y se trataba de ser nacionalista no abertzale, pero me parece que la primera y algo oscura fórmula era la elegida. Y a partir también de que el PNV ha hecho un enorme esfuerzo por razonalizar la política vasca y ordenarla, acudiendo a lo que en cada momento considera mejor para el autogobierno -por eso fueron a la llamada del frente tripartito, y por eso también están en un Gobierno de coalición con los socialistas-, además de reconocer que vascos son los nacionalistas y los no nacionalistas. Si Euskadi es una nación, una cosa es ser nacional y otra ser nacionalista. En España hay españoles que no son españolistas.

Pero aunque no era ésa la intención de Euskadiko Ezkerra, el problema estaba objetivamente presente. El intento de sumar voluntades y votos en torno a su iniciativa no tiene que ver con la idea del retorno a la división en comunidades, pero objetivamente es un fantasma que ha flotado, devolviéndonos a una teoría política ya superada y quizá superada precisamente y de manera que parecía definitiva el día que el mayoritario PNV decidió formar Gobierno de coalición en Euskadi con el PSOE.

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La propuesta de un pacto tripartito para el Senado era aceptado por el PNV, partidario como Euskadiko Ezkerra de subir lo más posible el techo del estatuto, de tener presencia propia ante la Comunidad Europea y otras batallas políticas -para eso era un frente- para tener cotas más altas de autonomía. Pero era difícil que Eusko Alkartasuna aceptase esas líneas de acuerdo. Este partido tiene problemas de espacio político. No se puede ir ni un pelo más allá de donde está por el lado del radicalismo sin topar con la pared de la violencia, la armada de ETA o la retórica, civil de Herri Batasuna; y no se puede quedar anclado en el nacionalismo democrático y moderado porque ése es terreno -electoralmente creciente- del PNV. Y además tienen una cierta rebelión interna en torno a algún notable, como el alcalde de Vitoria. Eusko Alkartasuna tiene la estrategia escayolada. No se puede mover de donde está y juega a poner siempre los techos más altos para desmarcarse del PNV. A partir de tal planteamiento, el Senado, que era a lo más que se podía llegar, se frustró. Era a lo más que se podía llegar porque un pacto tripartito para el Congreso era inviable, cada partido tiene políticas distintas a partir de los grandes principios del autogobierno, y el PNV, que espera mejorar, no tiene por qué sumar su suerte y el reparto de escaños con quienes tienen muchas menos posibilidades que él.

Y envolviendo las discusiones políticas, los disparos. Envolviendo las pretensiones de Eusko Alkartasuna, las ofertas franciscanas de Euskadiko Ezkerra y los temores del PNV a resucitar -hay textos que lo recogen- viejas experiencias de frentes nacionales, las balas se llevaban por delante a Carmen Tagle en Madrid; y en Bilbao, el propietario de un puesto de pescado, jubilado por enfermedad, tan miope que tuvo que acercar el paquete bomba muy cerca de la cara para ver la dirección, murió destrozado. Con el cortejo de silencios, disimulos e incluso ni siquiera justificaciones, sino algo peor, explicaciones. Como la ofrecida por un artículo del diario Egin que bajo el título de Una fiscal de línea dura decía, entre otras cosas: "No daba ninguna credibilidad a las denuncias que presos y presas, procesados y procesadas, formulan sobre los malos tratos producidos en las detenciones. En sus intervenciones ante los tribunales solía introducir tintes y matices ideológicos, comentarios acerca del entorno de ETA, a la que inevitablemente se refería como banda terrorista u organización terrorista". Supuestos graves errores de la fiscal que son explicados de tal manera que parecen inducir al lector a exclamar tras su lectura: eso lo explica todo.

Seguimos donde estábamos, con algo de sangre más. No hay salto cualitativo en el asesinato de la fiscal porque en otras ocasiones se ha atacado a representaciones del Estado; ni lo hay en la muerte del jubilado porque se ha matado a muchos. Todo sigue no sé si dramática o estúpidamente igual. No hay novedad en los frentes.

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