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Inflación ficticia

La estabilidad de los precios, piedra angular de la política social de los países con economía centralizada, resulta, según los autores, un tanto engañosa, al existir una inflación subyacente, contenida por procedimientos administrativos. Por otro lado, estas economías se hacen más dependientes de las fluctuaciones en el exterior con los proyectos de reforma. En este sentido, las alzas en los precios de las importaciones repercuten sobre los precios domésticos y además, la exigencia de competitividad de las exportaciones hace que se abandonen políticas ficticias de tipos de cambio y se devalúen progresivamente sus monedas.

Una piedra angular de la política social practicada por las economías de planificación central ha sido la estabilidad de los precios al consumo, principalmente para los productos de primera necesidad. Incluso en el período de crisis económica internacional se pensó que esa estabilidad de los precios debía proseguir erigiéndose en uno de los baluartes fundamentales para la mejora del nivel de vida de los ciudadanos.Estas previsiones, sin embargo, no se han visto confirmadas por los hechos. Con desigual grado de intensidad, puede apreciarse una -tendencia al aumento en los precios de los bienes de consumo, principalmente en la década actual; la tendencia es particulaririente intensa en Polonia y Hungría, mientras que en otros países donde el alza de los precios es más suave -según las estadísticas oficiales- el deterioro en las condiciones del abastecimiento interno y la extensión del mercado negro demuestran la existencia de importantes tensiones inflacionarias.Los precios en el pasadoEl comportamiento de los precios se encuentra íntimamente vinculado a las condiciones de regulación y reproducción del sistema económico. En este sentido, el mantenimiento de unos precios para los bienes de consumo básicos con escasas fluctuaciones constituyo una pieza fundamental a la hora. de definir una norma de consumo, donde prevalecía un criterio de igualitarismo, así como una oferta estandarizada y de reducida calidad, con un papel destacado de los bienes de consumo colectivo. De otra parte, el sistema de precios estables se correspondía con un modelo centralizado de gestión. En ese marco, era competencia de la autoridad estatal configurar la oferta de bienes de consumo tanto en la cantidad como en la composición y calidad, as¡ como determinar el nivel y movimiento de los precios para establecer el valor de la oferta de productos para el consumo.El mencionado esquema de precios representaba un elemento básico para establecer las condiciones de gestión de la fuerza de traba o, junto a otros aspectos j

también determinados desde la cúpula del aparato estatal, como la masa salarial, las retribuciones por categoría, los niveles de ocupación y la distribución del empleo. Los precios subvencionados y la consideración del pleno empleo como premisa política permitieron compatibilizar las bajas tasas salariales con la cobertura de las necesidades básicas y con la dedicación de la mayor parte de los recursos a la acumulación.

Finalmente, los precios administrados centralmente se correspondían con un funcionamiento de las economías de planificación central en condiciones de relativo aislamiento del mercado capitalista internacional. Es decir, los precios vigentes tanto en el mercado interno como en las transacciones dentro del Consejo de Ayuda Mutua Económica, se fijaban con independencia de los niveles y fluctuaciones exteriores, en un contexto donde los vínculos con aquel mercado internacíonal eran muy débiles.

Con todo, la estabilidad de los precios resultaba un tanto engañosa, pues, de hecho, existía una inflación subyacente, contenida, en gran medida, por procedimientos administrativos. Esta presión inflacionaria estaba originada por la escasez de artículos para el consumo, en relación al fuerte impulso dado a la producción de medios de producción y al rápido crecimiento de las actividades burocráticas, y por la rigidez característica de un modo de gestión hipercentralizado. Todo ello determinaba una inadecuación entre el contenido de la oferta de bienes de consumo (en cantidad, composición y calidad) y la capacidad de gasto de la población).La inflación actualLas tensiones inflacionarias que se manifiestan de manera creciente expresan la desestructuración del modelo de acumulación precedente y la dificultad para articular otro alternativo en las nuevas condiciones de agotamiento de los factores extensivos de crecimiento.

Las grandes empresas son conglomerados productivos en torno a los que se han articulado poderosos intereses corporativos, que absorben ingentes cantidades de recursos financieros, en el marco de una intensa pugna distributiva; lo que genera importantes déficit presupuestarlos. Ello contribuye a que la oferta monetaria crezca sin que exista una correspondencia con la producción real de bienes y servicios. Por otro lado, el propio aparato estatal realiza incrementosen los precios para apropiarse, en condiciones de bajo crecimiento en la prod ucción y la productividad, de una fracción mayor de la renta nacional que permíta financiar los desequílibríos aparecidos en el presupuesto. En este sentido, la inflación se convierte en un importante mecanismo de ahorro forzoso y de redistribución de la renta.

Los criterios remunerativos que han cristalizado están relativamente desvinculados de la evolución de la productividad, y se basan en la conservación de los puestos de trabajo y el mantenimiento de la capacidad adquisitiva. El crecimiento económico que se pretende impulsar, sustentado en la obtención de mejoras en la productividad, significa, de hecho, la impugnación de la política de bajos salarios y uniformidad retributiva, así como de la tradicional norma de consumo. Pero este cuestionamiento favorece aumentos en las rentas personales con las que se pretende acceder a una oferta de bienes de consumo -principalmente privados- de mayor calidad.

Todo ello tiene un efecto alcista sobre los precios, en la medida en que la productividad se mantiene en unos niveles bajos y la oferta de productos para el consumo apenas mejora. Las economías se han hecho más dependientes de las fluctuaciones ocurridas en el exterior. Un denominador común de todos losproyectos de reforma es la intensificación de los nexos con el mercado capitalista internacional.

En este sentido, las alzas en los precios de las importaciones se hacen repercutir, en mayor medida que antes, sobre los precios domésticos. Por otro lado, la exigencia de compeútivídad de las exportaciones hace que se abandonen progre sivamente políticas ficticias de tipos de cambio y se devalúen progresivamente las monedas de los países -como ha sucedido en Hungría en estos últimos años-, con el consiguiente encarecimiento en la adquisición de las importaciones. Finalmente, la necesidad de restringir la demanda interna con el objeto de incrementar la oferta de exportaciones y sanear la balanza de pagos incide desfavorablemente sobre los precios internos.Otros factores afectan de manera más limitada a ciertos países, como Hungría, y quizá seananticipos de las consecuencias que se pueden derivar de la instrumentación de las reformas económicas.

Al mismo tiempo que las empresas han ganado espacio ¡para elaborar y llevar a la práctica sus propios planes económicos, se ha conservado una estructura empresarial con acusados rasgo,s de centralización, donde unas pocas empresas estatales controlan la oferta y gozan de una posición ventajosa para determinar los precios. De otra parte, como la asignación de los recursos tiende a estar gobernada por consideraciones de eficiencia, la vigencia del principio asistencial se reduce notablemente. En este sentido, se han adoptado medidas dirigidas a la liberalización de los precios mediante la progresiva reducción de las subvenciones.

son profesores del departamento de Economía Internacional de la Universidad Complutense.

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