Una muestra admirable
Las actuaciones del Ballet Nacional de Cuba en el teatro de la Zarzuela de Madrid -que culminaron la noche del domingo con un caluroso fin de fiesta de confraternización hispano-cubana, en que Arantxa Argüelles fue invitada a bailar con la compañía el tercer acto de Don Quijote y Alicia Alonso interpretó un fragmento de la Carmen de Alberto Alonso- han supuesto el acontecimiento más importante en mucho tiempo para el ballet en Madrid, donde en los últimos años ha sido tan escasa la presencia de grandes compañías.Aún sufriendo las estrecheces del escenario de la Zarzuela y la ausencia de orquesta, los cubanos han podido ofrecer en sus ocho actuaciones madrileñas (en que fueron capaces de presentar cinco programas diferentes con 13 ballets distintos, entre ellos dos grandes clásicos completos) una buena muestra de su gran calidad artística en mejores condiciones que en sus anteriores visitas.
Ballet Nacional de Cuba
Directora general y prima ballerina assoluta: Alicia Alonso. Teatro de la Zarzuela. Madrid, del 7 al 17 de septiembre.
Aparte de algunas novedades interesantes, como La viuda alegre de Alberto Méndez que di lugar a uno de los momentos sublimes de la temporada, en la es cena central de mimo de Alicí Alonso- o la Suite-géneris de mismo coreógrafo, que permíti además descubrir a la más jove de las grandes bailarinas de 1 compañía, Dagmar Nitoradillo hubo ocasiones múltiples d apreciar la brillantez del conjunto y de algunos de sus elementos
En la noche española apabulló la fiereza de ataque y el dominio técnico de quien ha sido la gra revelación para los aficionados madrileños, Ofelia González, en Majismo -una pieza de lucimiento, muy efectiva, de Jorge García- que confirmó la plenitud de facultades y la amplitud de registros de esta bailarina de escuela Alonso que ya había impresionado en su Don Quijote y más aún, el pasado sábado, en Giselle.
En la versión de Iván Tenorio de La casa de Bernarda Alba, destacó sobre todo el ambiente visual de decorados y vestuarios logrado por el decorador (que también es subdirector de la compañía) Salvador Fernández con esas figuras enmantadas que evocan a la vez a las mujeres toledanas de Alberto Sánchez y a Mary Wigman.
Pero el gran fuerte de esta compañía, lo que la hace ocupar un lugar entre los seis o siete grandes conjunto de ballet del mundo son sus montajes de los grandes clásicos, tan fieles a la tradición como innovadores en su voluntad de iluminar el sentido y la profundidad de estas obras universales.
Drama bailado
La Giselle de Alicia Alonso es una obra maestra reconocida en todas partes, que ella misma h2 interpretado durante casi 40 años, y de la que ha llegado a destilar la esencia. La concibe -como casi todo lo que ha creado o recreado- no como un ballet con argumento sino como un drama bailado y la sujeta estílísticamente dentro del romanticismo más puro.Consigue que el diseño característico de litografla (le época sea una consecuencia -y,no un punto de partida- de todo un proceso técnico de "vaciado de beso" y de interiorización del movimiento que convierte efectivamente a la Giselle del segundo acto y a todo el admirable cuerpo de willis en espectros vivientes quizá como a veces se ha dicho en los fantasmas mentales gracias a los cuales el atribulado Albretch expía su sentimiento de culpa.
En el Lago de los cisnes -del que sólo se puso el segundo acto-, por el contrario, Alonso ha optado por el barroquismo, multiplicando los movimiento esenciales de la coreograría de Ivanov en una orgía de curvas que dan espectacul arm ente en la diana de esta obra en cierto modo decadente, que ya anuncia el art nouveau, Diaghilev y todo lo que llegaría tan sólo una-docena de años después. Marta García lo interpretó impecablemente.
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