Maniquíes
En la ciudad de Los Ángeles acaban de introducir la novedad de las maniquíes agentes de policía.No son verdaderas mujeres, sino muñecas auténticas de tamaño natural, muy hermosas, vestidas con el uniforme y al volante de los coches patrulla apostados en lugares estratégicos.
Su misión es muy simple: en vez de intimidar al conductor temerario y poco temeroso de la multa, la visión de esta falsa agente le mueve a reducir la velocidad e incluso a saludarla.
Los expertos comprobaron que una mujer guapa impresiona igualmente a otra mujer, con lo que el efecto es el mismo para uno y otro sexo. Los guardias de pescuezo colorado o de raza negra estimulan la agresividad. Están, pues, a la baja.
En Estados Unidos hay proporcionalmente menos accidentes mortales que en España. Las sanciones son más duras. Van desde el pago de fuertes sumas de dinero con retirada del carné de conducir hasta el fin de semana en el calabozo con sesiones cinematográficas de accidentes terroríficos. Sin embargo, nada es suficiente para frenar la barbarie de algunos automovilistas que en muchos casos conducen borrachos y en otros son demasiado jóvenes.
En Francia, donde los conductores caen como moscas cuando llega un puente festivo, se publicó hace poco un libro sobre la agresividad humana. Dedicaba un capítulo a la agresividad del automovilista. Concluía que al volante todos experimentamos un cambio perverso de personalidad amparados en el anonimato de la acción y en la expectativa de que cualquier cosa que hagamos sobre ruedas quedará impuine.
Podríamos probar en España, país con exceso de muertos en carretera y de paro en la ciudad, unas cuantas brigadas móviles de maniquíes policiales. Pero que no sean de plástico, sino de carne y hueso, pues abundan las hambrientas de un puesto de trabajo. Al menos así moriría ante la belleza.
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