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Cuota

Rosa Montero

Cuentan en los periódicos que los socialistas están haciendo esfuerzos ímprobos para cubrir la cuota de mujeres; que se les están poniendo los ojos tumefactos de tanto mirar alrededor. Criaturitas. Tan enternecedor afán pasará sin ninguna duda a los anales.Sé bien que las mujeres, por educación y memoria ancestral del arrinconamiento vivido, padecemos una ambigua timidez frente al poder. Por un lado lo criticamos justamente, y por otro tememos asumirlo. Alguna candidata habrá dicho que no a las proposiciones de los sociatas, y ellos, sudorosos e imbuidos de su destino histórico, proclamarán airadamente que las chicas no queremos redimirnos.

Pero se me ocurre que los sudores que el PSOE está derramando con la dichosa cuota se deben mayormente a otras razones. Por ejemplo, al hecho de que estos señores miran pero no saben ver. ¿Pepita diputada?, se dirán, abriendo los ojos como platos. Hombre, Pepita es una chica estupenda, desde luego la mar de diligente en el partido, pero de ahí a sentarla en el Congreso... Tan acostumbrados están a minimizarnos, a tenernos por trabajadoras de segunda, que ahora quizá no acierten a ver la altura real de los gnomos femeninos que ellos mismos han creado. ¿Otorgar los fastos políticos a Carmencita, a Conchita, a la buena de Tere? ¿Sentarlas de igual a igual en el oropel de los escaños? ¿A todas esas mujeres a las que han encerrado durante años en diminutivos paternales? Se les debe de poner el ego hecho un pingajo.

Todo esto sin contar con el quebranto añadido de que ahora son más para repartir el pastel. Ahí están los pobres, hidrocéfalos de tanto llevar el peso del Estado en la cabeza, inmersos en el suplicio de repartir matemáticamente los escaños para contentar a todas las tendencias. Y ahora, encima, teniendo que preocuparse por las chicas. En fin. Qué buenos son, que nos llevan de excursión.

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