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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Comienza el juego

EN APENAS 24 horas se adelantó Felipe González al árbitro que señaló anoche, en Bilbao, el comienzo de la Liga de fútbol. El calendario político se adecua al futbolístico como corresponde a una generación que suspendía las reuniones clandestinas cinco minutos antes de que comenzase la retransmisión por televisión del partido de la jornada. En aquellos tiempos en que todos los domingos daban fútbol por televisión y en que los políticos no instalados hacían reuniones inacabables. La que ahora comienza es la Liga que cierra una década marcada por intensos acontecimientos en el planeta futbolístico nacional. En 1980 se celebraron las primeras elecciones autonómicas en Euskadi y Cataluña. El estreno de los respectivos autogobiernos coincidió con el primer triunfo de la Real Sociedad en la historia de la Liga. Repitieron los donostiarras al año siguiente, y pasaron luego el testigo, por, otros dos, a sus vecinos de San Mamés. El lustro periférico se cerró con un campeonato ganado de calle y casi sin bajarse del autobús por el Barcelona. Luego vino la normalización: el Real Madrid, en cuyas filas brillaba ya la estrella de la nueva generación, volvió donde solía: cuatro títulos consecutivos lleva su quinta.La Liga se disputó por primera vez en 1929. La primera década de su historia, la de los años treinta, estuvo dominada por el Athlétic de Bilbao, que logró cuatro títulos y tres subcampeonatos. La siguiente, los cuarenta, fue del Barcelona, que aún resistió algo en los cincuenta. Pero desde mediados de ese decenio, coincidiendo con la llegada de Di Stéfano a la capital, los del Madrid tomaron el mando con casi insultante autoridad: entre 1954 y 1980, el Real Madrid ganó 18 de los 26 campeonatos disputados. La esperanza de apertura que supuso el triunfal quinquenio periférico 1980-1985 no ha impedido que, en el conjunto de las nueve temporadas transcurridas desde que se iniciaron los ochenta, el Madrid figure en cabeza de una hipotética clasificación global a los puntos. En estos nueve años, los de Chamartín han conseguido 522 puntos, por 473 del Barcelona, 424 de la Real Socíedad, 423 del Athlétic y 421 del Atlético de Madrid. A esos cinco históricos les siguen, por este orden, el Spórting, el Zaragoza y el Sevilla.

Fuera del rectángulo de juego, el decenio se abrió envuelto en la lucha sindical del futbolista contra unos directivos que repudiaban ser considerados como patrones; se registraron las primeras huelgas, organizadas por la AFE, sindicato de los futbolistas, acogidas primero con escándalo y luego con normalidad. Los clubes se encontraron ante la realidad de que un despilfarro económico amparado en una ambigüedad jurídica había ocasionado unas deudas que sobrepasaban ampliamente los 20.000 millones de pesetas, montante que no tenía dueño. Nació un inútil plan de saneamiento, el fútbol se reestructuró según una Liga profesional separada del control de la federación, los clubes conocieron las auditorías y, finalmente, la obligatoriedad de convertirse en sociedades anónimas por ley. Los clubes acaban, también, de vender sus derechos de televisión por casi 20.000 millones y han provocado un reciente conflicto por la consideración de que las emisoras de radio también han de pasar por taquilla. Pero todos estos nuevos fenómenos, propios del decenio, no han variado los principales ingredientes del espectáculo al entender del aficionado: en el terreno de juego, los jugadores disputan el balón, y fuera de él, disputan con el entrenador y con el presidente. Y a su vez, los presidentes polemizan entre sí y con el entrenador, quien, paralelamente, polemiza con sus colegas. O sea, como en la política. Porque el fútbol es una metáfora de la vida.

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