Más hambre que un maestro
Todo hace suponer que el próximo día 6 no se llevará a cabo la huelga de profesores anunciada en diversas ciudades de Polonia. Por una parte está el hecho de arrimar el hombro para ayudar al nuevo Gobierno. Y, por otra, mucho más determinante, el propósito de las autoridades de revisar la escala salarial de los enseñantes, que son quienes menos cobran en Polonia de entre los funcionarios, que a su vez cobran mucho menos que los polacos normales, porque sus sueldos no han sido replanteados desde que se disparó la inflación. Con todo, son los médicos quienes se llevan la palma del martirio en este récord a la inversa.Paradójicamente, las huelgas de estos sufridos profesionales son, por lo menos, pintorescas. Dada su calidad de servicio a la comunidad, tienen que limitarse a una actuación simbólica. Los médicos ni siquiera ejecutan paros reales, sino que anuncian a bombo y platillo que quieren parar y esperan a que otro grupo social del que no dependa la salud pública se ofrezca para realizarlos en su lugar. Así los enfermos siguen recibiendo asistencia y la huelga no se convierte en una impopular arma de doble filo, amén de las sanciones que llevaría consigo.
En cuanto a los maestros, se limitan a no dar clases, pero acuden a las escuelas, reciben a los niños y los atienden en sus necesidades. Son, como puede imaginarse, huelgas populares.
La situación de los profesores es tan sangrante que aquí también se podría aplicar el dicho "pasar más hambre que un maestro de escuela". Aunque la media salarial oficial es de 92.000 zlotys (no llega a 1800 pesetas) mensuales, hasta esta cantidad es falsa, porque se logra sumando los sueldos brutos más primas, que no todos perciben.
La enseñanza no es del todo gratuita: hay que pagar libros, material escolar y transportes. Pocos días antes de iniciarse el curso, los alumnos hacen cola ante las tiendas estatales y los quioscos que venden libretas, libros y cuadernos con que llenar sus pesadas carteras.
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