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El traslado de un sacerdote moviliza a los niños de la avenida de Guadajara, en San Blas

"No queremos que se vaya porque te queremos". Con estas palabras, un grupo de niños de entre 10 y 14 años de la avenida de Guadalajara, en San Blas, una de las zonas de Madrid más castigadas por el paro, la droga y la marginación, reflejó la decepción que les supuso enterarse de que Alberto, el sacerdote italiano que desde hace dos años se volcó en ellos, había sido trasladado a Sigüenza por necesidades de su congregación. "No exigimos nada porque no hay ningún conflicto. Las manifestaciones hay que verlas como lo que son, muestras de afecto", explica Pablo, párroco y amigo de Alberto.

Alberto, Iñaky y Pablo fueron el equipo de sacerdotes que la congregación de los Padres Josefinos, con sede en Italia, envió a la parroquia de Nuestra Señora del Recuerdo. La iglesia es, por fuera, un edificio sórdido, un antiguo garaje que apenas sobresale dos metros del nivel de la calle, de paredes de hormigón sucio y pintarrajeado. El templo soporta la denominada plaza de la droga, un espacio de cemento entre bloques, escenario del tráfico y consumo de drogas y de muertes por sobredosis. En esa plaza, los días 10 y 11 de junio, un grupo de unas 70 personas, animados por la parroquia, organizaron festejos a base de competiciones deportivas, teatro, rondallas y verbenas. Una imagen insólita en la plaza de la droga."No queremos que se vaya" afirmó uno de los niños más activos de la parroquia, conocido por Canuto. "Yo no me enteré. Estaba en la piscina, y lo supe cuando ya se lo habían llevado". Canuto dice lo de "cuando ya se lo habían llevado" como si le hubieran quitado algo suyo.

El equipo de sacerdotes llegó a la parroquia hace casi dos años, en octubre de 1987, y se repartieron el trabajo. Iñaky está encargado de los temas sociales, atención a toxicómanos y ayuda a las decenas de familias del barrio que viven situaciones angustiosas. Pablo se encarga de la atención a la comunidad cristiana del barrio, que es un núcleo muy pequeño que hay que fortalecer". Alberto se encargaba de los niños.

Sacarlos de la calle

"Nos fue agrupando y empezamos a hacer cosas", explica Canuto, jaleado por otros compañeros de su edad. "Íbamos de excursión, a la piscina, hacíamos trabajos en la parroquia, aprendíamos cantos y pasábamos mucho tiempo aquí. Antes no hacíamos más, que estar en la calle".A primeros de agosto, el sacerdote Alberto, de 42 años de edad, se trasladó a Sigüenza, donde se encuentra la sede en España de la congregación. La noticia no gustó en absoluto a los habituales de la parroquia, en general, y a los chicos, en particular; hasta el punto que las protestas motivaron que un superior de la orden se reuniera el pasado domingo con unas 40 personas para comunicarles las razones del traslado.

Los feligreses insistieron en que la labor de Alberto había sido muy importante, pero que dos años era poco tiempo, y era ahora precisamente cuando empezaba a dar frutos y cuando más necesaria era su presencia. El superior explicó que la congregación le necesitaba para ponerle al frente de un seminario. Muchos niños lloraron al saber que la decisión era irrevocable.

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Previamente, al finalizar la misa, los chicos fabricaron sus propias pancartas y se manifestaron frente a la puerta de la iglesia. "No fue una manifestación agresiva, ni queríamos exigir nada. Sólo se trataba de mostrar el afecto que los muchachos le tenían. No hay ningún secreto en todo esto. Nosotros procuramos extender por el barrio lo que la gente más echa en falta: comprensión por sus problemas".

Los vecinos opinan igual: "En San Blas hay mucha pobreza, cada uno va a lo suyo, y eso crea miedo y falta de solida ridad. Aquí hace falta gente que venga a trabajar en la calle, no desde los despachos". Ahora, el pequeño grupo que forma la comunidad cristiana está a la es pera de que llegue el nuevo sacerdote. Mientras, en cuanto sales del entorno de la iglesia, cuatro calles más allá, los vecinos no están al corriente de nada. La plaza de la droga se sobrepone a la iglesia.

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