Excesos en la seguridad y en la desorganización
Un desastre en la organización y una orgía de seguridad eran las notas más llamativas del comienzo de la cumbre de Tela. En el complejo hotelero donde se celebra la reunión es imposible dar más dé 20 pasos sin cruzarse con el cañón de un fusil ametrallador, pero no se puede conseguir un periódico de Honduras y la recepción del hotel, a más de 80 dólares (unas 10.000 pesetas), se muestra incapaz de conseguir en más de 24 horas una llamada para confirmar un vuelo con San Pedro Sula, situada a poco más de 100 kilómetros.En el aeropuerto de México ya advertían a los viajeros con destino a San Pedro Sula que el vuelo concluía en Tegucigalpa porque "la pista de San Pedro está cerrada por motivos de seguridad".
Después del habitual aterrizaje en Tegucigalpa, donde el pasajero duda siempre si el avión encontrará la pista o se topará con un autobús de una calle que cruza por allí cerca, la versión que circula es que San Pedro Sula está cerrado "por temporales de lluvia". La tercera versión resulta ser la auténtica. En Honduras no hay gasolina y los vuelos interiores han sido muy restringidos para ahorrar combustible. En el aeropuerto de Tegucigalpa no hay ni rastro de una persona que informe sobre la cumbre, aunque se espera a unos 500 periodistas.
La única preocupación de los funcionarios de emigración es sacar, como sea, a todo lo que huela a periodista 20 lempiras (1.200 pesetas) en concepto de "derechos de visa de negocios", aunque no esté muy claro qué clase de negocio es informar sobre la cumbre de Tela.
Para llegar a la localidad hondureña hay que recorrer durante casi seis horas 250 kilómetros en dirección al norte, por una carretera llena de curvas y sin apenas policía militarizada.
La playa caribeña, de esas de tarjeta postal, con cocos y palmeras, incluidas, compensa las molestias del recorrido.
El Caribe es como una sauna y sólo la presencia de soldados con sus metralletas en la mano y los reactores que sobrevuelan de vez en cuando el lugar perturba lo que podría ser un lugar idílico si no fuese por la reunión de los cinco presidentes de Centroamérica en su quinta cumbre regional.
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