_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Invertidos

Interior conserva en los archivos policiales fichas de ciudadanos en las que campea la palabra invertido. El término es penetrantemente descriptivo de la realidad que se desea expresar. En comparación con apelativos como maricón, marica, loca con los que se pretende ridiculizar a los hombres que ejercen su sexualidad fuera de los cánones socialmente obligatorios, la denominación de invertidos ahonda en una descalificación frontal del sujeto, al que se presenta como dimitido del don más preciado: la masculinidad. Acaso por eso la policía no la emplea para calificar a las mujeres, a las que sólo cree dimitidas de lo femenino.

Llamar a un hombre invertido es pronosticarle una alienación total respecto a una existencia rectamente entendida, un cambio de sentido trascendente, fatal, sórdido. Y uno se imagina los instantes que probablemente precedieron en cada caso a la decisión policial de colocar ese estigma sobre el papel oficial. Uno ve al policía achulado y prepotente bromear ante el muchacho pecador sobre lo que se pierde con su pecado. O tal vez al profesional que se permite disquisiciones sobre las conexiones criminógenas del mundo de la marginación. O al funcionario moralista que quiere hacer volver al buen camino a la oveja perdida y que recurre al argumento del SIDA.

Pero lo que nunca es previsible entre los policías que se permiten introducirse en la opción sexual de un ciudadano para calificarla burocráticamente como inversión es que, frente a frente en comisaría, mediten sobre su propia versión humana y admitan que ese individuo ante el que se sienten superiores y mejores es probablemente más feliz que ellos y seguramente más honrado. Naturalmente, no es necesario, aunque sea fácil, que el homosexual sea más feliz o más honrado que el policía para que éste deba abstenerse de anatematizarle, pero es seguro que una reflexión de ese carácter contribuiría a que el funcionario dejara de escribir chorradas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_