Ruleta pasional en Cataluña
El joven suicida que mató a su ex novia y a una amiga en Hospitalet tenía obsesión por ser protagonista
Dos mujeres muertas a tiros y un suicidio en poco más de tres días han dejado a los habitantes de Hospitalet (Barcelona) sumidos en la consternación y la incredulidad. El protagonista de la historia es Francisco Dávila Guerrero, de 25 años, que se suicidó el pasado jueves tras matar a tiros a su antigua novia, Cristina González Caler, de 19, que tenía previsto casarse dos días después con José María Calvo Cabello, de 21. Cuando la ciudad comentaba el viernes lo que a todas luces parecía un crimen pasional fue hallado un nuevo cadáver en el domicilio del suicida. Rosario de las Marías Cruz Sánchez, de 22 años, amiga y vecina de Francisco Dávila, había sido descuartizada.
Los comentarios en l'Hospitalet se resumen en una idea: "Es taba loco". Probablemente, el calificativo le habría complacido a Francisco Dávila. Al menos a él le gustaba escucharlo, como comentó a este diario un conocido suyo. Esta persona resume así la personalidad del homicida: "Le gustaba ser malo, hacer daño y, sobre todo, ser el protagonista". Dávila vivía solo desde hacía unos cuatro años, en un piso alquilado en l'Hospitalet, ciudad limítrofe con Barcelona. Su hermana y sus padres residen en Esplugues, adonde Francisco Dávila solía ir a comer y a lavar la ropa. Sin embargo, las relaciones familiares eran tensas, y la familia ni siquiera conocía el domicilio de su hijo. Dávila llevaba siempre bastante dinero encima, a pesar de que estaba en paro, y alardeaba de realizar frecuentes viajes al extranjero.
El pasado martes, Rosario de las Marías Cruz Sánchez, vecina de Dávila, salió sobre las dos de la tarde de su casa, explicando que iba a ver a unos amigos. Rosario no volvió. Durante los más de tres días en que tardó su cadáver en ser hallado, su madre no se inquietó, ya que consideraba que la joven tenía edad para tomar sus propias decisiones.
La noche del viernes, 24 horas después de ocurrir la muerte de Cristina y el suicidio del joven, los vecinos del sexto piso avisaron a la policía del fuerte olor que salía de una vivienda de la quinta planta. La policía, que no había localizado aún el domicilio de Dávila, solicitó la ayuda de los bomberos, que ne cesitaron máscaras de oxígeno para entrar en el piso, a causa del fuerte hedor. La cabeza, piernas y brazos de Rosario de las Marías fueron hallados en la cocina dentro de una bolsa de plástico, junto a dos hachas y un cuchillo ensangrentados.
Durante el registro del piso la policía encontraría más tarde la factura del departamento de ferretería de unos grandes almacenes en los que Dávila había adquirido las herramientas.
El tronco estaba en la bañera, con dos impactos de bala, disparadas, al parecer, con el mismo revólver CZ checoslovaco con el que más tarde Dávila se dispararía un tiro en la boca tras matar a su ex novia.
Rosario de las Marías y Francisco Dávila "eran amigos" desde hacía bastante tíempo, declararon los vecinos. La joven era drogadicta y la policía la había detenido en 1988 por tráfico de estupefacientes.
Mientras tanto, Cristina González Caler ultimaba los preparativos de su boda con José María Calvo. Para ello, se trasladó al domicilio de su novio y de la madre de éste, en la calle de Peñíscola de l'Hospitalet. El pasado jueves, Dávila alquiló un Seat Ibiza y se trasladó hasta la calle de Peñíscola, donde preguntó por el paradero de Cristina. Luego, a través del portero electrónico, la convenció para que bajase. Una vez en la calle, y tras una breve discusión, en la que Francisco amenazó a Cristina -"el sábado no te casarás", le dijo-, el joven esgrimió un revólver y disparó cinco tiros. Luego, se sentó en el suelo, se introdujo el arma en la boca y efectuó un último disparo. Cristina fue enterrada ayer.
Durante el tiempo que transcurrió entre el primer crimen y el segundo, los vecinos vieron salir y entrar a Francisco Dávila de su domicilio, donde ya se encontraba el cadáver de Rosario de las Marías. Algún vecino le inquirió sobre el mal olor que salía de su vivienda, pero Dávila le quitó importancia.
Pese al carácter extraño del homicida, sus vecinos explican que parecía una persona normal. Un amigo suyo indicó que Dávila frecuentaba "malos ambientes", mantenía relaciones con prostitutas y "era bastante fanfarrón". Alguna vez, según esta versión, nombró a su ex novia, aunque sin darle especial importancia. Su afán de protagonismo se reflejaba cuando mostraba recortes de Prensa en los que se informaba de su ingreso en la prisión Modelo de Barcelona por robar tarjetas multiviaje valoradas en un millón de pesetas.
Desde hacía varios meses repetía que quería suicidarse -la policía encontró en su domicilio un libro titulado Después de la muerte-, aunque alguno de sus conocidos notó un cambio en su actitud en febrero, cuando comenzó a decir: "Voy a durar un poco más".
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