El cisne vive
La Gala de Danza, dentro del tercer ciclo Música en Palacio que organiza el Patrimonio Nacional, tuvo un carácter de mezcla de estilos -con la presencia de artistas flamencos, como Merche Esmeralda y El Güito, junto a estrellas del ballet como Maya Plisetskaia y Juan Carlos Gil- y un cierto sabor latinoamericano, con la actuación de la jovencísima solista del Ballet de Caracas Carmen Catoya y de la cubana Sonia Calero, junto a los bailarines españoles Arantxa Argüelles, Santiago de la Quintana y Raúl Tino.Los mayores aplausos de la noche -por parte de un público en su totalidad invitado, que se mostró, en términos generales, frío y distraído- fueron para la actual directora del Ballet del Teatro Lírico Nacional, Maya Plisetskaia, que cerró el largo espectáculo con su peculiar versión de La muerte del cisne.
Gala Internacional de Ballet
Madrid, Palacio Real, 22 de julio.
La verdad es que resulta casi increíble que después de haber bailado esta miniatura quizá 300 o 400 veces a lo largo de sus más de 40 años de carrera, Plisetskaia sea capaz de interpretarlo con la sensibilidad exacerbada de una bailarina adolescente y el pálpito vital de inocencia herida que se resiste a morir.
La técnica de desarticulación de brazos que Plisetskaia posee en exclusiva es sólo una parte de la historia. Lo fundamental es el genio de una artista que logra eludir el amaneramiento e imprimir autenticidad a una pieza que, en cualquier otro cuerpo, se haría a estas alturas añicos de afectación. Ella puede permitirse, incluso, el lujo del bis.
El segundo acontecimiento de la noche fue que Arantxa Argüelles bailó con esplendidez el difícil Tchaikowsky pas de deux, de Balanchine (con Juan Carlos Gil), y el paso a dos de Don Quijote de Petipa (con Raúl Tino). En el Don Quijote estuvo regia en el adagio, espléndida de gracia y coquetería en su variación del abanico y segura y sobria en la coda.
En los años que lleva ausente del Nacional, Santiago de la Quintana ha madurado como artista. Bailó un fragmento de la coreografía que Vicente Nebrada está montando para el centenario de Van Gogh y, con la desenvuelta y precoz Catoya, una escena de la versión de Nebrada de Romeo y Julieta.
Los flamencos sufrieron de una acústica metálica forzada, que impedía que se escuchara el delicado taconeo del precioso Garrotín de Merche Esmeralda y casi rompía la fuerza de su soleá. Y entre los flamencos y los clásicos, Sonia Calero se perdió en la nada, con dos insulsas coreografías del cubano Alberto Alonso.
El español formado en Francia Juan Carlos Gil demostró que está en estupenda forma y que su potencial, como uno de los escasísimos jóvenes bailarines europeos que posee a la vez línea clásica impecable, fuerza de salto y capacidad de interpretación, es enorme.
Babelia
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