_
_
_
_
Crítica:CINE EN TELEVISIÓN
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Impecable Godard

El cine de Jean-Luc Godard es siempre fruta del tiempo, delicioso postre natural, fresco, joven, silvestre, peleón, sin suaves mermeladas recubriendo su piel. Su concepción, gestación y parto tienen sus fechas concretas y nunca su cine habrá de dar justificación más allá de ellas. Sin embargo, continuas revisiones de su obra -no tantas como quisiéramos, la verdad- atestiguan que su fruta no se pudre. La reposición, un año y pico atrás, de Vivre sa vie -que esta madrugada cruza las pequeñas pantallas en versión original subtitulada, loados sean los dioses del organismo- sorprendió por la feroz modernidad de la criatura, la perfecta vigencia de su discurso y la actualidad de su especialísima escritura: era, tras Al final de la escapada, El soldadito y Une femme est une femme, su tercer largometraje -y sigue siéndolo, claro-Vivre sa vie era la vorágine de la ruptura, la apoteosis de salto de eje, la asimetría, el punto de vista aparentemente dislocado -aparentemente , sí, pues, a título de ejemplo, la escena del principio, la de la conversación en la barra del bar, vista desde el cogote de sus protagonistas, posee una inusitada fuerza dramática que no sería la misma de haberse rodado de forma ortodoxa-, y, en fin, todo cuanto ha hecho de Godard un cineasta inclasificable y controvertido. A la postre -la permanencia de su cine así lo da a entender-, un clásico de tomo y lomo.

Alma de bailarina se emite a las 22

20; Vivir su vida, a las 2.00 de la madrugada. Las dos, por TVE-1.

Vivre sa vie narra simplemente el discurrir diario hasta la fecha de su muerte de una prostituta llamada Nana. Lo hace a través de 12 bloques compactos y severos, separados entre sí temporal y espacialmente, pero a la larga dependientes el uno del otro, y del otro y otro en su propósito de ofrecer un retrato profundo y documentado del personaje. El austero blanco y negro de su habitual Raoul Coutard añade una dimensión trágica y desesperada a una historia que lo es y mucho.

Antes, el ciclo de las parejas de Hollywood nos habrá ofrecido un encantador y clásico musical de la Metro, Alma de bailarina, con Clark Gable -que va de seductor- y Joan Crawford de protagonistas -y vean qué Crawford tan diferente de la Viena de Johnny Guitar-, Franchot Tone, el empalagoso Nelson Eddy y un por entonces nuevo talento de nombre Fred Astaire como fino acompañamiento.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_