Bajitos
Camilo José Cela me contó hace unos días, cenando en su chalé de Chiloeches, que, años atrás, un hombre bajito había intentado agredirle, y yo le conté a él que a mí un hombre bajito no sólo había intentado agredirme, sino que me agredió. El hombre bajito de Cela pretendía quitarle la cartera, pero le apercolló el escritor, que era yudoca. "Le daba calamorradas contra la acera", relató Cela, "y sangraba". "¿La acera?", pregunté. "No, la cabezota", respondió. "Pues a mí me ocurrió en los toros", expliqué. "Había una señora en mi localidad y le dije amablemente: "Señora, me temo que está ocupando mi asiento". Entonces intervino su marido -el bajito- para espetarme con desorbitada iracundia: '¡A mi señora se le habla de usted!'. Pese a mi sorpresa, repliqué tranquilo: 'La he hablado de usted, ¿no es verdad, señora?". Y el bajito: 'Ella no tiene nada que decir, y ahora mismo le pide perdón o le parto la cara'. Y yo: '¿Partirme la cara usted a mí? ¡Ja, ja, ja.!"."De poco me la parte. Lanzó de antuviada un mojí que logré esquivar a medias, y cuando quise vindicar a tortas mi honor hollado, se interpuso la señora, que era grandullona y tetuda. Entre empellones y bramuras, pugnaba por colocarle al bajito un taire en la cerviz, y era imposible, me lo impedía aquella mamaria a la montgolfier, mientras el bajito, enfoscado a retaguardia, deslizaba mañoso el brazo cabe un tetón y me zamarreaba la chaqueta". "Llevaste las de perder", comentó Cela, "porque el bajito conocía bien aquellas tetas y tú no, ya que jamás anduviste en ellas.
Tenía razón. Un hombre debe informarse a fondo de estas cuestiones para que otro más bajito no le zamarree la chaqueta impunemente. Cuando hay señoras pechugonas ocupando el asiento de uno en los toros, con marido bajito al lado, conviene tomar esta precaución por si acaso. De todas maneras puedes cobrar, pero que te quiten lo bailado.
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