Giovanni Agnelli

Acompañado de un pequeño séquito, en el que no faltaba su avvocato, Giovanni Agnelli, el patrón de la Fiat y uno de los empresarios de mayor carisma en Europa, aterrizaba ayer con su avión privado en el aeropuerto de Barajas a las 11.20. Iba a pasar unas 12 horas en Madrid ciudad que le encanta, y a dar una conferencia durante el acto de entrega del Premio Juan Lladó, organizado por el Instituto de Empresa y la Fundación Ortega y Gasset.

Acompañado por Diego del Alcázar, director del Instituto de Empresa, acudió al palacio Real en un Mercedes 500 de color granate preparado al efecto. El escaso tráfico le permitió saludar a don Juan Carlos a las 12.10. Agnelli, como buen italiano, cuida su vestuario hasta el detalle. Traje de seda gris, camisa blanca, corbata de tonos morados y azules de diseño juvenil, zapatos beis, son el mejor complemento de su impoluta cabellera gris plata y para el estudiado tono dorado de su piel, en la que se marcan de forma elegante hasta las arrugas.

Tras descansar en el hotel Ritz almorzó con destacados empresarios en el Instituto de Empresa, rodeado de una exposición de pintura, detalle que agradeció Agnelli. No come carne, pero sí los guisantes y las patatas de la guarnición del plato; tampoco bebe vino ni café, y enciende los pitillos de rubio americano una vez que les quita la boquilla. Habla pausado, es jovial y salta del inglés al italiano dependiendo de su interlocutor. Juan Abelló, Ysasi Ysasmendi, Álvaro García Lomas, Sánchez Asiaín y otra veintena de empresarios asistieron al almuerzo. Tras descansar, el magnate italiano asistió a la entrega del IV Premio Juan Lladó, que en esta ocasión ha recaído en Manuel Gómez de Pablos, director del Patrimonio Nacional y presidente de Iberduero.

Allí, Agnelli, con su voz de tinte azul italiano, dijo que la principal tarea de la empresa es la de crear riqueza y la de multiplicar la cantidad de bienes.