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Tribuna:
Tribuna
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Nocturno 1992

Creía que me hablaba de Rimbaud: me estaba hablando de Rambo. Lo alejé bruscamente de un manotazo, como quien espanta a una mosca, y me sumí en una densa modorra. Tuve tiempo de oír la vocecita procedente del aparato: ¡nuevo ejecutivo ejecutado! Cerré los ojos.Les escuché: convocados por la oscuridad, los asiduos a las reuniones del alero del tejado suspiraban, gemían, expresaban sus cuitas con susurros pausados. Aunque remotas, sus palabras llegaban a través de la ligereza del sueño como ondeando en la sutileza del aire.

Evocaban su tema, el Tema, formulaban preguntas sin respuestas, insistían en sus acusaciones y lamentos, salmodiaban el triste ritual: ¿quién diablos pensaba en ellos, en el peligro a todas luces mortal al que se hallaban expuestos? Ningún partido, secta ni asociación entre los que proliferaban por la Península había asumido su defensa ni informado por su situación al gran público. ¡Ni siquiera los grupos alternativos! ¿Cómo explicarse ese desinterés y abandono? ¿No estaban incluidos acaso, como los hemofílicos, en las categorías sociales de alto riesgo? Me dormí.

Al despertar escuché la sucesión de flashes que manaba en sordina a mi lado: ¡Sevilla, a la hora de Japón! ¡Quinientos mil hijos del sol visitarán la exposición en el curso de las próximas semanas! Algeciras: descubrimiento de nuevos norteafricanos ahogados en el acantilado de la carretera a Tarifa; el responsable de la seguridad nacional ha declarado: no permitiremos que España se convierta en un coladero de terroristas, traficantes de droga y obreros tercermundistas. Madrid: 12 bombas de fabricación artesanal han estallado en las últimas horas en diversos puntos de la Península; los atentados han sido reivindicados, en una llamada telefónica a Efe, por los Comandos Siboneyes Revolucionarios contra la conmemoración del quinto centenario...

El calor seguía siendo insoportable y, pese al abuso de somníferos, me despertaba con regularidad. Amparados en la negrura, mis vecinos del alero proseguían su inagotable cháchara: ¿qué hacer? ¿A quién manifestar la angustia y terror que les agarrotaban en sus cada vez más raras salidas nocturnas? La aparente salud de sus abastecedores, ¿no era quizá un espejismo? ¿Cómo reclamar, en las condiciones específicas de sus encuentros, un certificado de serenogatividad?

La nueva tentativa de dormir boca abajo y con la almohada sobre la cabeza no dio resultado: ¿contar ovejas? ¿Releer por enésima vez los embrollos financiero- sentimentales de Boyer, Preysler, los Albertos y la última miss España? ¿Congratularse con el éxito de nuestros artistas y escritores, convertidos en anfitriones de la intelectualidad europea gracias a la promoción de Madrid en capital cultural del orbe civilizado? ¿0 escuchar, escuchar todavía, el último avance informativo de la radio?

Nueva York: Nonsense! ¡El secretariado de la estatua de la Libertad ha desmentido secamente la noticia de su hermanamiento con la erigida a Colón en la desembocadura de las ramblas! Miss Liberty, declaró el portavoz neoyorquino, no tiene nada que ver con ese aventurero cuyas cartas a los banqueros de Isabel descubren su alma de traficante ni aceptará el gigantesco vestido de pubilla catalana, ofrenda que calificó de "grotesca y ridícula". México: 200.000 indios venidos de diferentes Estados se han congregado hoy en la plaza del Zócalo para protestar contra los actos conmemorativos del...

¿Me dormí? ¿Era un sueño real o ese duermevela acorchado contra el que, sin ninguna esperanza, todavía luchaba? Después de una pausa -o una breve ausencia mía- advertí que mis vecinos del alero volvían a la carga con su ritornello y sus kiries: ¡semanas y semanas sin atreverse a salir y alimentarse! Sus colmillos y dientes crecían inútiles. ¿Estaban condenados a desmedrar y morir de hambre? ¿Por qué no prevenir a las asociaciones humanitarias, reunir una conferencia de prensa, dar a conocer a la opinión la situación dramática en la que vivían?

Quería levantarme y escapar de allí, pero ¿adónde ir si todo el país se había transmutado en un gigantesco recinto de feria? ¡Ciudades olímpicas, expo-universales, Inmensos pabellones de recreo y cultura, asambleas, congresos, sight-seeing tours, califorlandias! ¡Destacados intelectuales operaban de cicerones, ofrecían cursillos acelerados de madrileña movida! ¡Abolidas las viejas querellas lingüísticas!: el honorable presidente de la Generalitat había normalizado al fin la situación imponiendo el inglés como nueva lingua franca. ¡Verdaguer y Pitarra se leerían en adelante en el noble idioma de Dallas y Dinasty!

La inexorable vocecita continuaba con el avance de las últimas novedades nocturnas: ¡Madrid, ombligo de Europa! ¡Vértigo imparable de la movida! ¡Güisqui irlandés y canapés de caviar popularizan cócteles literarios y atraen a las figuras de la jet-set! Barcelona: comunicado de los Comandos Siboneyes Revolucionarios anuncia atentado en las instalaciones de la Villa Olímpica. Barcelona: ¡los hombres de negocios catalanes rompen el apartheid! ¡Delegación de banqueros e inversores lleva consigo a Johanesburgo una imagen de la Moreneta, la Virgen patrona de Cataluña!

Me dormí de verdad. Soñé: estaba sentado en el sillón presidencial del paraninfo de una universidad, pero presentía confusamente que mi papel era usurpado, que el verdadero catedrático debía ser otro. Trataba de vender, no obstante, la idea de la ingente baza económico-cultural del quinto centenario. Sobre la mesa se apilaban dossiers con cifras y gráficos, proyectos urbanísticos de Bofill, expectativas miríficas respecto a la masa de visitantes. Me dirigía a una vasta y brillante asamblea de ejecutivos, pero, según podía observar con inquietud, éstos habían sido súbitamente reemplazados por jóvenes enmascarados, miembros probables de los Comandos Siboneyes Revolucionarios. Había concluido mi exposición (¿en castellano, o, en un rapto de vanidad, había empleado el inglés?) y tenía que contestar a las preguntas del auditorio. Los enmascarados me interpelaban con altavoces desde el fondo de la sala: ¿qué hacía en un sitio como aquél un desgraciado como yo? ¿No conocía acaso la obra de Pierre Chanu sobre el prodigioso enriquecimiento de Sevilla gracias a la trata de esclavos? ¿No había leído siquiera los artículos de Ferlosio? En la primera fila de espectadores, una Jewish mother, corno recién salida de un filme de Woody Allen, me increpaba: cree de verdad que la fecha que ustedes celebran evoca un pasado agradable para nosotros? El tumulto aumentaba, las acusaciones llovían de todas partes. Un grupo de indios (o de comandos disfrazados de indios) se desgañitaba: iba llegando la hora de exigir responsabilidades! De pronto, un crujido brusco, como el de un gigantesco bloque de hielo que se desgaja y derrumba, inició la deriva. El suelo, el paraninfo, se movían, comenzábamos a navegar, flotábamos como un iceberg en medio del océano. ¡La balsa de piedra de José Saramago se había. convertido en realidad! ¡La fatal Península se había desprendido de Europa y, muellemente arrastrada por las olas, se deslizaba frente a la costa africana, cruzaba el trópico de Cáncer, se dirigía hacia el Sur! ¿Nos íbamos a arrimar a la costa brasileña o torcer por el cabo de Buena Esperanza y anclar alegres frente a Aden o Madagascar, Pasajeros y marinos oteábamos el horizonte desde cubierta, invadidos de una suave felicidad.

Me desperté. El alba no apuntaba aún y la emisora transmitía música ligera aguardando un nuevo flash para madrugadores y noctámbulos. Mis vecinos del alero del tejado no recitaban ya la lista de sus agravios y penas. No obstante el despotismo reinante en los parajes, algunos habían decidido volver a sus añorados castillos de los Cárpatos. Otros, más alicaídos todavía, se resignaban a una dolorosa reconversión. El pánico a la epidemia les imponía aquel sacrificio: ¡en adelante serían vegetarianos!

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