Carlos Sánchez

, Carlos Sánchez está desbordado. Desde el pasado jueves, día en que anunció que había obtenido la fusión fría en un experimento de electrólisis, este catedrático de Física Aplicada de la universidad Autónoma de Madrid (UAM) se siente acosado por los medios de comunicación, los nervios le atenazan, la responsabilidad le apremia y le falta el tiempo. "Por favor, tengo que trabajar. No puedo estar todo el día pendiente de la Prensa. Comprendedlo. Ahora más que nunca necesito tiempo para analizar los datos que estamos obteniendo", suplicaba ayer desde su laboratorio.

Parece como si la historia personal de este segoviano de 46 años hubiera sido configurada paso a paso y de laboratorio en laboratorio. Tal vez el único episodio al margen de la física fue su expulsión de la Autónoma, en 1973, ordenada por el entonces rector y ex ministro Julio Rodríguez por motivos ideológicos. Pero ni de este asunto ni de cualquier otro que pueda mínimamente rozar algún aspecto de su vida privada está dispuesto a hablar ahora Carlos Sánchez. Después de acabar sus estudios en 1965, en la universidad Complutense, paso vanos años entre la antigua Junta de Energía Nuclear, donde creó en 1983 el Instituto de Energías Renovables, y la UAM. Previamente estuvo un año en la universidad de Brown (Estados Unidos) colaborando con el profesor español Manuel Cardona.

Algunos colegas de aquí le critican y ponen pegas a su trabajo, movidos quizá por esa sana envidia tan española. Otros valoran su trayectoria y están atentos a su trabajo. Después de paralizar el jueves, por precaución, el experimento de fusión fría, lo ha vuelto a poner en marcha. En la noche del viernes los aparatos de medición registraron de nuevo una pequeña emisión de neutrones, pero Sánchez insiste en que no quiere volver a contar nada hasta que analice detenidamente todos los datos sobre lo que tiene entre manos: la labor más transcendente de su vida.