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Turquía, golpe de Estado permanente

, En el momento en que España ejerce la presidencia del Consejo de Ministros de la Comunidad Europea, y cuando Turquía flirtea de nuevo con esta organización para convertirse en miembro de pleno derecho, hay que poner los puntos sobre las íes y calificar el régimen político turco y sus dirigentes, a saber, el primer ministro Turgut Ozal. Se podría decir que se está ante un régimen de golpe de Estado permanente de hecho desde la Constitución de 1982, hecha a la medida por los generales que protagonizaron el golpe de Estado de 1980, que aún enmarca la vida política y ante un jefe de Gobierno que tiene, sobre todo, visos de déspota antes que de demócrata.

La diferencia capital entre el golpe de Estado militar de 1980 y los de 1960 y 1971 es la de llevar a cabo en todos los terrenos -internacional, político, económico y social- el enmarque ideológico del espíritu militar, reestructurándolo. En este sentido, la Constitución de 1982 ha instaurado un régimen de golpe de Estado permanente, en el que el autor del golpe de Estado, el general Kenan Evren, supervisa aún el régimen, y es su garante en tanto que presidente de la República. El hecho de que haya modificado sus hábitos militares por los civiles no cambia nada de esta realidad.

Vacío político

Turgut Ozal, en el poder desde las elecciones generales de 1983, ha obtenido este puesto gracias al vacío político creado por los militares después del golpe de Estado del 12 de septiembre de 1980. Ozal fue reelegido en las elecciones legislativas anticipadas de noviembre de 1987 para otros cinco años, con el 36% de los votos, pero obteniendo un total del 65% de escaños en el Parlamento (292 escaños de 450), gracias a una nueva ley electoral votada por él para garantizar su éxito político.Durante este período, Ozal no ha hecho absolutamente nada por quebrar el yugo institucional de los generales, para democratizar el régimen y para reorganizar la vida política turca con el modelo de las democracias occidentales. Los límites intelectuales del personaje, que no tiene ninguna formación política, ni la acumulación cultural necesaria para desbloquear la situación son factores también importantes.Por el contrario, cuando la ocasión se presenta, Ozal ha defendido siempre el régimen de los generales, es decir, la Constitución de 1982. En el referéndum de septiembre de 1987, hizo campaña para la prohibición política de los viejos líderes, instaurados por el poder militar. Pero el pueblo turco, más demócrata que él, levantó las prohibiciones votando sí.

Ozal tampoco ha hecho nada para democratizar las leyes sobre los sindicatos y asociaciones, que se parecen a las legislaciones de los regímenes déspotas y que impiden la organización de la sociedad civil en Turquía, con el objeto de realizar un contrapoder y un espacio de libertad, con vistas a un Estado centralizador y opresor.

En cuanto a las universidades, permanecen aún sometidas a reglas estrictas y dirigidas con espíritu de cuartel. El objetivo es ver a los estudiantes mentalmente uniformados, a la manera militar. No hay ninguna creatividad, ni de investigaciones científicas, y los estudiantes sofocan la falta de libertad haciendo pillaje hasta en el interior de los edificios de policía.Durante los cinco últimos años, más de 2.000 periodistas han comparecido ante los tribunales y han sido condenados a un total de 748 años de prisión. Actualmente, 41 están en la cárcel. Periódicos y revistas han sido censurados repetidas veces. La censura se ha convertido en una realidad. Bajo la era Ozal la gente es libre de escribir y publicar lo que quiera, a condición de que acepte las desventuras pertinentes. La libertad de pensamiento no existe en este país que ha presentado su candidatura en abril de 1987 para adherirse a la Comunidad Europea.

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Una ley de Ozal, llamada la ley nociva, que tiene por objeto defender la juventud contra las publicaciones perversas, ha hecho estragos, sobre todo, en la literatura. Según esta ley, la destrucción de la obra Trópico de Cáncer, de Henry Miller, y la de un novelista turco, La huella en el agua, de Ahmet Altan, ha sido decidida y aplicada por resolución judicial.

Por encima de sospecha

Otro problema estructural: el estado de la policía turca. Ella se cree por encima de toda sospecha y sigue adelante con la práctica de la tortura y de malos tratos, como ilustran los distintos informes de Amnistía Internacional, que ponen nerviosos particularmente a los oficiales turcos. El hecho es que el primer ministro turco practica la cerrazón desde su fracaso electoral histórico en las elecciones municipales del pasado 26 de marzo, en las que obtuvo sólo el 21,75% de los votos; el hecho es que anima a la policía en su empresa, y que cerca de 20 periodistas han sido golpeados violentamente y heridos durante el mes de mayo por la policía de Estambul. Dos periodistas golpeados en la visita oficial de la primera ministra paquistaní, Benazir Bhutto, el pasado viernes en Estambul, vienen a aumentar la lista.

La pena de muerte existe aún en Turquía. Desde hace algunos años no ha habido ninguna ejecución, pero 235 condenados a muerte esperan su suerte. Los procesos actualmente en curso, que datan de la época del golpe de Estado, elevarán sin duda la cifra.

Haciendo abstracción del Parlamento y de las instancias dirigentes de su partido, Ozal intenta gobernar el país por decreto-ley y navega también contra la corriente más fuerte (contra la voluntad popular) para permanecer más tiempo y de forma artificial en el poder. "En la democracia al estilo Ozal no hay lugar para él en la oposición", declaró una personalidad del partido, transmitiendo las palabras de Ozal.

A la luz de estas realidades se podría afirmar que, con Ozal, el país se encuentra ante un accidente en su proceso de democratización. En la era posterior a Ozal, que parece próxima, Turquía debe realizar una reestructuración política para deshacer las secuelas constitucionales del régimen de los generales, para una verdadera democracia, pero también debe realizar todas las reformas jurídicas para merecer ser miembro de la Comunidad Europea. Para alcanzarlo existe una sola solución: llevar a cabo un consenso entre los partidos. Pero esto no será posible hasta después de que Ozal se haya ido, porque es el símbolo de la continuidad del régimen militar.

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