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Atlético y Madrid desperdiciaron sus ventajas

Alex Martínez Roig

Bernd Schuster avanzó con el balón cuando apenas se llevaban 30 segundos de la segunda parte. Lo cedió a Butragueño, y éste se lo devolvió al hueco. Schuster, trotando, sin acelerar ni un ápice su velocidad de crucero, pasó entre los defensores del Atlético como un amigo. Sólo le faltaba repartir abrazos. Recogió el balón y, antes de marcar de un tiro cruzado, tuvo tiempo para mirar hacia atrás y ver las caras de sorpresa de los rojiblancos. Esa bondad atlética, esa falta de concentración y de ambición, le costó ayer la victoria al equipo rojiblanco. El gol de Schuster, marcado de la forma más inocente posible, fue la resurrección de un Madrid que agonizaba y que, con el punto ganado ayer, aumenta sus opciones de revalidar el título de Liga.El Atlético de Madrid escribió ayer una buena historia, pero no supo encontrar el final adecuado. Aguantó las embestidas del Madrid en los primeros minutos; lo desbordó con dos goles preciosos de Baltazar; y, cuando lo tenía arrinconado, sin aire, casi a punto de levantar los dos brazos en señal de rendición, se olvidó de rematar el trabajo. Permitió que el gol de Schuster devolviese a los cerebros madridistas la idea de sacar algo positivo. Desaprovechó hasta cuatro ocasiones clarísimas de aumentar su diferencia. Desperdició la expulsión de Esteban, que dejaba al Madrid con 10 hombres a falta de 34 minutos para el final. Y se dejó dominar por una depresión profunda que llevó a su rival ciudadano a adelantarse por 2-3. Sólo una genialidad final de Baltazar evitó que el hara-kiri rojiblanco fuese completo.

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El partido, muy extraño, sólo cabe entenderlo por el cansancio físico y psicológico de ambos equipos a estas alturas de la temporada, acentuado por el tremendo calor de ayer en Madrid.

La primera parte se dividió en dos fases muy claras. En la primera, el Madrid controlaba el balón mientras el Atlético esperaba agazapado. Del pressing anunciado por los rojiblancos, nada de nada. El pressing era anárquico y se reducía a pequeñas acciones individuales. El Madrid aprovechó que Marina dejó el campo, con una brecha en la frente, para ahondar por el hueco que dejaba su sustituto, el joven Aguilera, muy verde en las tareas defensivas. Llorente lanzó un tiro al poste y Martín Vázquez desperdició una situación ventajosa tirando al cuerpo de Abel.

Pero en una escapada de Aguilera, que centró despacito despacito para que Baltazar rematase a gol, comenzó la segunda fase. El Atlético puso empeño e ilusión, marcó un segundo tanto precioso -otra vez Baltazar-, y eso fue suficiente para desbordar a un Madrid que jugaba andando, que estaba perdido en el campo. Que no ponía rabia en el juego. Todo parecía indicar que el Atlético podía ganar por goleada.

Llegó el gol de Schuster, y el partido aumentó en su rareza. El Atlético controlaba bien el juego en el centro del campo, soportaba los tímidos avances madridistas, y lanzaba rápidos zarpazos que ponían el corazón en un puño a Agustín. Además, el Madrid se quedaba con 10 hombres por la expulsión de Esteban. Los seguidores atléticos se frotaban las manos viendo como Baltazar -32 tantos con los tres de ayer- se acercaba cada vez más al gol. "Va a llegar, va a Regar", se decían unos a otros. Pero lo cierto es que no llegaba. Baltazar cruzó demasiado el balón (m. 61), un tiro de Aguilera se encontró con el pie de Michel (m. 67), Baltazar superó a Agustín, pero no a Gordillo (m. 68), y otra vez el brasileño disparó alto cuando se quedó solo a pase de Futre (m. 70).

Y, de pronto, resucitó el Madrid. Beenhakker utilizó, por una vez, a dos hombres de refresco, dos jóvenes de gran calidad a los que apenas ha dado oportunidades. Y Aldana y Losada le dejaron otra vez en evidencia. Comenzaron a correr, contagiaron a sus compañeros de una ilusión que les faltaba, y todos juntos descubrieron que, jugando al contraataque como el Atlético, podían sacar algo positivo. Y el Madrid, casi sin creérselo, golpeó dos veces para colocarse con ventaja.

Nadie entendía nada. Y lo más extraño era que el Atlético seguía entrando con facilidad en una defensa madridista reconstruida, en situación de emergencia por la expulsión de Esteban y la lesión de Gallego. Cuando todo parecía perdido para el Atlético y las miradas al cronómetro se repetían con angustia, Baltazar recibió una nueva inspiración divina y engañó por completo a Agustín.

El partido fue realmente raro. Y aún más si se tiene en cuenta que se trataba de un derby madrileño. La tensión histórica se olvidó en el césped, y hasta en los momentos de máxima tensión había abrazos, golpecitos en la cabeza o palmaditas cariñosas. El de ayer parecía más un encuentro entre dos equipos de seminaristas que un apasionado derby regional.

Tan extraño fue todo que hasta los jugadores debieron entrar desconcertados en sus vestuarios. "Lástima que no hemos aprovechado nuestra ventaja, pero menos mal que no hemos perdido", debían pensar todos. Las semifinales de la Copa aclararán las cosas.

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Sobre la firma

Alex Martínez Roig
Es de Barcelona, donde comenzó en el periodismo en 'El Periódico' y en Radio Barcelona. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Deportes, creador de Tentaciones, subdirector de EPS y profesor de la Escuela. Ha dirigido los contenidos de Canal + y Movistar +. Es presidente no ejecutivo de Morena Films y asesora a Penguin Random House.

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