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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Presos de ETA

TRADICIONALMENTE, SUS presos han constituido para ETA una importante bandera de movilización. A tal fin, los ha instrumentalizado, a ellos y a sus allegados, de todas las maneras imaginables. La deliberada confusión entre los sentimientos de solidaridad con unos seres humanos privados de libertad y la aprobación implícita de las acciones inhumanas que condujeron a esas personas a prisión han formado parte sustancial del discurso terrorista desde hace años. Por otra parte, la existencia de presos ha sido interiorizada por los dirigentes de la banda como una coartada subjetiva para seguir en la brecha. De ahí la contradicción insuperable de los amigos de los terroristas -y de los amigos de los amigos de los terroristas: los propagandistas exteriores- cuando reclaman simultáneamente la amnistía y el derecho a seguir matando: "Presoak kalera"; "ETA, mátalos".Por todo ello, una estrategia antiterrorista coherente implica una política específica respecto a los presos. Así lo entendió hace años el ministro Rosón al iniciar la vía de la reinserción, que produjo la autodisolución de ETA Político-militar. La repetición de un proceso como el que condujo a la desaparición de los polimilis es improbable mientras que los intereses de la trama civil de los terroristas se identifiquen con, la continuidad de la violencia. Pero esa identificación es cada día más problemática. El mantenimiento de una política de reinserción tiene el sentido de privar- a los dirigentes terroristas de la coartada y de evidenciar ante los sectores menos obtusos de Herri Batasuna la contradicción insalvable en que se mueven. Los asesinatos de Mikel Solaun y Dolores Catarain, Yoyes, fueron la respuesta de ETA Militar ante ese doble riesgo. Su efecto amedrentador sobre la conciencia de los presos y sus familiares no necesita ser subrayado.

Por ello, la dispersión de los presos de ETA, modificando la línea de concentración en Herrera de la Mancha y Alcalá-Meco seguida hasta fecha reciente, parece lógica. La política de concentración, iniciada en 1983, fue decidida por motivos de seguridad. Pero esa concentración constituía una barrera insuperable para el tratamiento individualizado, base del régimen de vida penitenciario, y obstaculizaba considerablemente la política de reinserción ofertada por el Gobierno. La dispersión geográfica de los presos de ETA destruye el condicionamiento material -la concentración y la organización- que facilitaba a la dirección de la banda su dominio sobre ellos, liberando, paralelamente, las tendencias de sectores del radicalismo abertzale a plantear en términos diferentes la cuestión de la reinserción.

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