Justino de Azcárate, ex senador
Justino de Azcárate Flores falleció anteayer en Caracas, ciudad en la que estuvo exiliado durante 38 años. Nacido en León el 26 de junio de 1903, ocupó, entre otros cargos, la subsecretaría de Justicia en el primer Gobierno de la República, fue diputado por León en 1931, ministro de Relaciones Exteriores en la II República, miembro del Partido Nacional Republicano, senador por designación real en 1977 y por León en la legislatura de 1979. Fue también miembro de la ejecutiva del Partido Reformista, presidente del Real Patronato del Museo del Prado y presidente de la Fundación Francisco Giner de los Ríos.Justino de Azcárate era de esos hombres de recio linaje que con el solo talante de nobleza y humanidad que le definía se hacía respetar en cualquier circunstancia. Prisionero en la zona nacional, fue canjeado y marchó a Venezuela, donde transcurrió gran parte de su vida con una ejemplar dedicación al estudio y a la cooperación con el mundo latinoamericano, que conocía hasta en sus más recónditos detalles. Su regreso a España fue decisivo en los años de tránsito democrático.
Este español señero, que había dejado gran parte de su existencia en la paciente espera del exilio, trajo consigo un mensaje de concordia y entendimiento que en aquellas circunstancias resultó aglutinante valioso de muchas voluntades. El Rey le nombró senador real para significar cuál iba a ser el indiscutible contenido de la operación democratizadora.
En cierta ocasión, le oí comentar en una tertulia madrileña a Justino el texto virgiliano de la Eneida que alude a la guerra civil, en el que señala que se produce ésta cuando los bandos enfrentados se consideran cada uno poseedores del poder legítimo, hasta que descubren el camino de la reconciliación, formando entonces una comunidad única e indescriptible. Justino de Azcárate, republicano de prosapia, intuyó en seguida el papel cimero que la institución monárquica podía representar en aquel trance. No tenía ambición política ninguna y sí, en cambio, fue generoso para ayudar con su palabra, su consejo y su ejemplo en el proceso de la instauración democrática y parlamentaria.
Nos hallábamos hoy en Oviedo durante la reunión del jurado del Premio Príncipe de Asturias de Cooperación Internacional cuando nos llegó la triste noticia.
Suspendimos unos minutos la sesión para evocar el recuerdo del querido amigo en la unanimidad de los afectos. Él había cooperado de manera eminente al acercamiento de muchas personalidades de Latinoamérica al diálogo permanente y fecundo con España.
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