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El foro

Cuando a Madrid le llamaban el foro, los madrileños se sentían ciudadanos privilegiados, pues gozaban de una de las ciudades más tranquilas y acogedoras del mundo. Cuando Madrid pretende ser capital cultural de Europa, los madrileños padecen un problema crónico, que es el propio Madrid. Con la circulación convertida en caos, barrios secuestrados por la delincuencia, mendigos acosando a los transeúntes, basuras, vivir en Madrid es una amarga empresa.Al madrileño simpático y castizo que disfrutaba de aquella ciudad abierta y confiada llamada foro, si ahora le acercan una cerilla, explota. Salir de casa le produce la sensación de que emprende una aventura. En todas partes surgen pedigüeños que persiguen hasta el catre, los navajeros asaltan lo mismo de noche que de día y, además, matan; cada cruce de calles es un atasco, las aceras van tomando el color que la porquería le presta, y los guardias, si están, parecen puestos de adorno. Para compensar y darle al madrileño gusto, el Ayuntamiento organiza carnavales, verbenas, carreras, pero apenas se lo da, pues resulta que es otro follón.

Desde que sale de casa mentalizado para la aventura hasta que regresa de vivirla con el cuerpo revuelto, el madrileño no para de ponerle simbólicas mociones de censura al Ayuntamiento. La oposición de centro-derecha va a poner también la suya, no tan simbólica, y ahí te quiero ver, morena. El madrileño está expectante con esa moción de censura, porque aún no ha perdido la esperanza de que Madrid vuelva a ser foro tranquilo y acogedor, sin más mendigos que los imprescindibles, sin más delincuentes que los de toda la vida, sin más atascos que los inevitables, y sólo son inevitables los que se producen por causa de siniestros, socavones y cataclismos de la naturaleza.

Si la oposición de centro-derecha quiere hacerlo así y sabe, bien venida sea al Ayuntamiento. Pero si no quiere hacerlo así o no sabe, más valdrá que se guarde la moción de censura donde yo le diga.

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