Asistencia psiquiátrica
En 1955 se inició en Estados Unidos un movimiento cuya finalidad era sustituir el cuidado otorgado en los hospitales estatales a los enfermos psiquiátricos graves por una atención en la comunidad en donde vivían. A los 35 años de iniciado este movimiento, sus efectos son bien conocidos. Los enfermos mentales se encuentran en las calles, en los albergues y en las cárceles. Entre un cuarto y dos quintos de los homeless, a los cuales dedicó un artículo su periódico del domingo, son enfermos mentales graves. Estos homeless enfermos mentales son extremadamente pobres (uno de cada cinco no ha tenido ingreso alguno en los últimos meses), están socialmente aislados ' y presentan enfermedades somáticas graves concomitantes. No solamente no reciben tratamiento médico ni psiquiátrico alguno sino que además carecen de las atenciones más elementales como la comida o un lugar donde dormir.En Italia, hace escasamente diez años, la famosa Ley 180, promovida por el psiquiatra Franco Basaglia, y Psiquiatría Democrática iniciaron un proceso similar con unos resultados bastante lamentables.
En España no se inicia un movimiento similar hasta bien entrados los años ochenta. Nuestros enfermos mentales, como antes los norteamericanos y los italianos, empiezan ya a vagar y a morir un nuestras calles y a ser condenados a las cárceles.
Los enfermos mentales, puedo afirmarlo, son enfermos auténticos, nadie los inventa. Su mal no reside en una arteria ni en el hígado sino en un defecto aún mal conocido en su cerebro. Necesitan cuidados altamente especializados que deben cubrir aspectos puramente médicos, de atención, de rehabilitación y de reinserción social. Una infraestructura altamente coordinada, compleja y cara.
Intentar reducir el problema de la asistencia psiquiátrica al simple cierre de los viejos manicomios, como intentan los autores del lacrimógeno artículo de las páginas del domingo; insinuar que estos enfermos son una invención social; condenar a estos enfermos al cuidado de sus familias; silenciar que los efectivos sociales, económicos y asistenciales que teóricamente han de sustituir a estos viejos manicomios no existen, y probablemente no existirán nunca, en la mayoría de nuestras ciudades y pueblos, es un engaño para los enfermos, para sus familias y para todos los ciudadanos.-
Doctor especialista en Medicina Interna.
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