_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Genocidas

El mundo acaba de conmemorar el centenario del nacimiento de Hitler. Conmemorar no es celebrar. El mundo no iba a celebrar el centenario del nacimiento de un genocida. No es tan olvidadizo el mundo. El responsable de cámaras de gas, campos de exterminio, persecuciones, guerra, sólo merece reprobación. Todos cuantos le han recordado con motivo del centenario de su nacimiento coinciden en que era un racista abyecto, un criminal, un loco maniaco.Quizá hasta se han quedado cortos con tan sanguinario sujeto. Pero a un siglo de su nacimiento, medio tras el genocidio, ya es hora de explicar cómo fue posible que un loco provocara uno de los más estremecedores holocaustos de la historia de la humanidad. Porque parece imposible que sólo un loco ocasione semejante desastre, por muy loco que esté. Un pueblo hubo de darle primero el poder, luego seguirle; un orden internacional mal establecido le permitió primero preparar, luego consumar la agresión.

Cuando las grandes potencias entraron en guerra para detener aquello, tampoco es que regalaran yemas de San Leandro. Se dice que Stalin cometió tantos crímenes como Hitler, y los aliados lo debían saber cuando Yalta, pero era la hora del reparto y se fotografiaron en amigable compaña, vengan puros y sonrisas. Poco después los norteamericanos no tuvieron reparo en precipitar su victoria sobre Japón tirando la bomba atómica. Cámaras de gas, campos de exterminio fueron aquellos bestiales pildorazos que fundieron en apocalípticas bolas de fuego poblaciones enteras, con unas secuelas de muerte que perduran por generaciones.

Hitler cometió genocidio y ningún, delito ajeno podría condonar, ni siquiera relativizar, el horror de sus crímenes nefandos contra la humanidad. Pero los vencedores no se van de rositas en este macabro período de la historia. Que, por cierto, se habría escrito de distinta forma si el resultado de la guerra hubiese sido otro, pues la razón es un patrimonio que reivindica siempre el más fuerte.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_