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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La doble vía china

DOS INICIATIVAS recientes del primer ministro chino, Li Peng, han venido a resumir las importantes contradicciones del proceso de cambios de su país: mientras que en el viaje que actualmente realiza a Japón ha reafirmado la política de apertura china al exterior, en la Asamblea Nacional celebrada hace escasos días en Pekín ha logrado imponer una línea tendente a frenar el proceso de reformas.El viaje a Japón no ha podido ir mejor para las autoridades chinas. El Gobierno nipón, a pesar de los escándalos financieros que le acosan, ha decidido impulsar las inversiones y los suministros de tecnología avanzada a sus vecinos del continente, lo que supondrá para China recibir un impulso considerable para modernizar su economía, actualmente su objetivo número uno. Además, esa colaboración diseñada en Tokio, después de la reciente visita a Pekín del presidente Bush, refuerza el papel de China en la escena mundial. Ello es particularmente importante en vísperas de la visita de Mijail Gorbachov a Pekín.

La presencia de Li Peng en Tokio ha dado lugar a otro gesto de gran alcance político y simbólico: la invitación al emperador Akihito para que visite China una vez concluido el luto por la muerte de su padre. Con esa invitación, el jefe del Gobierno chino manifiesta una clara voluntad política de enterrar un pasado cuyo recuerdo -los horrores de la invasión japonesa antes y durante la Segunda Guerra Mundial- produce todavía escalofríos entre el pueblo chino.

El diseño de Li Peng en política interior no tiene el mismo talante aperturista; antes al contrario, trata más bien de frenar la reforma. De ello han sido fiel reflejo los debates de la Asamblea Nacional que acaba de concluir. Para frenar la inflación, Li Peng ha impuesto un programa de austeridad basado en un reforzamiento del viejo sistema de control centralizado. En el terreno político, las demandas de una democratización comparable a la que se desarrolla en la URSS han recibido una negativa rotunda. El argumento oficial es que una democratización "excesivamente rápida" pondría en peligro la "estabilidad". En realidad, a los 11 años del inicio de la reforma por Deng Xiaoping, el temor a que sea excesivamente rápida no resulta muy comprensible. La realidad debe ser más sencilla: ante el surgimiento de dificultades económicas muy graves, debidas en parte a insuficiencias de la propia reforma, ha predominado en la dirección, con Li Peng a la cabeza, la línea más tímida y burocrática, frente a los reformadores más audaces, representados por el secretario del partido, Zhao Ziyang. En un país tan gigantesco como China, con una agricultura que ha logrado éxitos notables gracias a un retorno radical a la libre explotación familiar, con zonas de libre economía que escapan a las decisiones del Gobierno central, el programa de Li Peng puede crear más problemas de los que trata de corregir.

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