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Procesos

Este país parece que no pueda escribir su historia cotidiana sin marcarla con un proceso sonado. El último ha sido el de Lola Flores, y alguna vez llegará el de Ruiz-Mateos, que es el cuento de nunca acabar. Ambos procesos trascienden las responsabilidades estrictas de quienes se sientan en el banquillo, y en este aspecto recuerdan el caso Matesa de los años sesenta, que tuvo retranca.El caso Matesa produjo un caudal informativo inusual en la época. Cuando la dictadura censuraba sin contemplaciones, era sospechoso que de repente se pudieran difundir las malversaciones producidas en torno a la exportación de un telar sin lanzadera. El Ministerio de Información y Turismo se hacía el sueco, lo que no dejaba de sorprender, pues solía ser implacable con quien se iba de la húmeda. Hasta a un servidor le abrió expediente por cierto artículo sobre el Che Guevara. Hube de comparecer ante un alto funcionario, que me pegó un broncazo con grandes voces y aspavientos.

En el asunto de Matesa tenía que haber gato encerrado, y lo había. El prócer Juan Vila Reyes, su presidente, se convirtió de súbito en reo. Fueron por él, y de paso por los ministros tecnócratas implicados; de eso se trataba, pues otros ministros pretendían desbaratar la trascendental operación política que preparaban. Se quedaron con las ganas, sin embargo: Franco les envió al motorista con la boleta.

Matesa, arma arrojadiza en aquella lucha hegemónica, encerraba una trama de responsabilidades que alcanzaban al propio Consejo de Ministros. Con Lola Flores no se juzgaba tanto la presunta defraudación de una cantaora popular como la consistencia legal de algunas normas fiscales. Con Ruiz-Mateos interesa conocer el trasfondo del holding, la expropiación, la reprivatización y sus plusvalías. Quienes se saltan a la torera la ley procede que no se vayan de rositas, para defensa de la sociedad civil. Pero la sociedad civil aún se siente mejor defendida si el poder judicial está también alerta a que el Ejecutivo respete escrupulosamente el marco jurídico; y si no lo respeta, caña.

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