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¿Dónde me he dejado el paraguas?

En el Almacén de la Villa, 25.000 objetos perdidos esperan a su dueño

Unos 25.000 objetos de todo tipo esperan a sus despistados dueños en el Almacén de la Villa de Madrid. Una tarta o una caja de ostras, algo tan personal como una radiografía y un estoque de matador. Cientos de paraguas se recogen también estos días traicioneros en los que no sabes si cogerlo o dejarlo, si la nube te caerá encima o si saldrá el sol. El Almacén de la Villa recogió el año pasado 11.000 nuevos objetos. Cuatro personas clasifican y ordenan los restos perdidos de la ciudad. Un servicio al que "se coge cariño, o te vas".

El Depósito de Objetos Perdidos, dependiente del Patrimonio de Servicios Internos del Ayuntamiento de Madrid, forma, junto con el de Desahucios, el Almacén de la Villa. Este servicio está centralizado desde hace seis años en un único local, en la plaza de Legazpi. Los objetos perdidos se concentraban anteriormente en las distintas juntas de distrito municipales.Los transportes y otros lugares de la vía pública se convierten en espacios propicios para perder algo. Si no pasa a manos de un nuevo dueño forever, todo lo perdido -excepto lo que se encuentra en el metro, que dispone de una oficina independiente- termina reuniéndose en el Almacén de la Villa, sea cual sea su procedencia. La Empresa Municipal de Transportes (EMT) también cuenta con un depósito propio, pero, tras permanecer en él un mes, pasan a este último.

Máximo Roldán, jefe de negociado de Objetos Perdidos de la Villa, puntualiza: "De la EMT nos llegan unos 200 objetos cada 10 días -de ahí viene el 55% de lo que se pierde-; de la vía pública, el 10% -en dos años, 80 objetos-, y de comisarías y taxis, el resto". "Los taxistas", continúa Máximo, "cada vez vienen menos, porque llegar hasta aquí les supone 400 pesetas la carrera y tampoco pueden aparcar. Cuando son llaves o documentos, los echan en un buzón de correos". La documentación se retiene en Correos durante 15 días; si al cabo de los mismos no ha sido reclamada, se envía.

Durante el pasado año se produjo una entrada en el almacén de 11.000 nuevos objetos, canalizados a través de diferentes vías. Las oficinas de los grandes almacenes aportan gran número de artículos olvidados; las comisarías, en cambio, hacen llegar en su mayoría objetos robados: televisores de color, baterías, casetes, motores, ruedas, matrículas y asientos de coche, escopetas de perdigones, etcétera.

Todos son convenientemente clasificados, a lo largo de 16 estanterías dobles, por orden de llegada. Cada uno está provisto de su correspondiente tarjeta de recepción, numerada y duplicada -a la persona que lo ha encontrado, hallador, se le entrega un resguardo- , en la que se detalla la identidad del hallador, fecha, lugar y hora en que se produjo el hallazgo y fecha de la entrega.

El plazo de permanencia está fijado en dos años; si al término de ese tiempo no ha aparecido el dueño, se le notifica al hallador para que lo recoja. Si no quisiera hacerlo, es subastado junto con todo lo de valor que no haya sido retirado.

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En caso de presentarse a tiempo el propietario, "estará obligado", según el Código Civil, "a abonar, a título de premio, al que hubiese hecho el hallazgo la décima parte de la suma o del precio de la cosa encontrada". "Cuando el valor del hallazgo", concluye el artículo, excediese de 2.000 pesetas, el premio se reducirá a la vigésima parte en cuanto al exceso".

El almacén, instalado en una parte del antiguo mercado de frutas y verduras de Legazpi, funciona con cuatro personas. Máximo Román, que desempeña su trabajo desde hace cuatro años, lo califica de agradable con reservas: "Es un servicio que o se coge con cariño o te vas. Al principio estaba desesperado, porque hay quien llega nervioso y te dice de todo. Después acabas entendiendo que se trata de hacer una labor social y que hay que comprender a quien pierde algo". A veces es imposible complacer al propietario por lo goloso de la pérdida. "Han llegado a preguntar por una tarta, que no apareció, y hay quien se ha presentado con una caja de ostras, que entregamos al hallador después de tenerla durante 24 horas sin que se presentara el dueño".

A la vista de los que preguntan -a diario se reciben 200 llamadas y unas 100 visitas- parece que los olvidadizos proliferan. Sin embargo, el volumen de lo que se entrega es muy inferior a lo extraviado: sólo se recupera el 10%.

Cuando se trata de objetos de valor, se difunde por radio. Es en estos casos donde entra en juego a picaresca -"muchos dicen ser sus dueños"-, pero también es donde la experiencia de encargado, mediante diferentes comprobaciones, juega la mayor baza. "La sociedad", explica Román, "es honesta hay que gente que hace entrega hasta de medio millón de pesetas; o de un muestrario de joyas por valor de tres millones. Lo que pasa es que la picaresca existe y hace mucho ruido".

Dentro de la hetereogeneidad del Depósito de Objetos Perdidos, donde se puede encontrar cualquier cosa, destacan por cantidad los paraguas. "Los días de lluvia aparecen por todos los sitios; en verano también se pierden, pero pocos". Otros visitantes asiduos son: gafas, guantes, zapatitos de niño, agendas, libros, cámaras fotográficas y cascos de moto. Medicamentos y radiografías, generalmente, se olvidan en los transportes, y maletas, bolsas con ropa o cochecitos de niño se despistan más en taxis. Pero también se pierden objetos menos usuales, como un estoque de matador.

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