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"Europa, nuestro hogar común"

Retomo aquí el hilo de mi anterior comentario sobre la perestroika y sus posibilidades de éxito. Entiendo que para muchos lectores este hogar común es un lema de propaganda detrás del cual se perciben con toda claridad los objetivos de la política soviética y que, por lo demás, no significa absolutamente nada. Quiero demostrar que los que ven en estas palabras la línea política de Gorbachov, cuyo objetivo es realizar los intereses políticos de la Unión Soviética, tienen toda la razón.Comencemos por descifrar la metáfora "nuestro hogar común". Está claro que Europa es un continente y que, en tal sentido, es el hogar común de los pueblos que lo habitan. Se trata de una afirmación trivial que no puede servir de idea para un eslogan político que ha de agitar a favor de algo. ¿A favor de qué? En este caso ha de estimularnos a que, como europeos, nos sintamos una sola familia, tal como sucedía antes con aquellos que moraban una común vivienda (hace mucho tiempo y en el campo). Y cuando nos sintamos una sola familia, cuando nos amemos y respetemos mutuamente, desaparecerán los conflictos, prevalecerá el interés material común, crearemos una cultura de todos, hablaremos el mismo idioma, etcétera.

Quizá haya sido así en el campo en otro tiempo, aunque no estoy convencido del todo. Decir que es común un hogar como el continente europeo, queriendo constatar con ello un hecho real, daría muy mal testimonio de quien realmente piense así. Habría dos posibilidades: o es un ingenuo utopista o quiere engañar a otros. Europa es y siempre ha sido todo lo contrario de lo que hemos descrito antes como hogar común: dividida en todo sentido, tanto por sus intereses materiales como por sus valores espirituales, enfrascada en permanentes desacuerdos y cruentas guerras (en esto está a la vanguardia de los demás continentes), arena de odios raciales (más aún si tomamos a Estados Unidos como prolongación de Europa, lo cual, en este sentido, me parece plausible), etcétera. ¿Estamos hablando de un hogar común? Si le damos a la expresión su justo significado, por supuesto que no.

¿Qué pensar entonces de Gorbachov, que ha lanzado este eslogan (que no es de su invención) y lo repite continuamente? ¿Un utopista ingenuo? Cualquier cosa menos eso. A diferencia de la primera generación de bolcheviques, entre los cuales había muchos utopistas, Gorbachov es el exponente de una generación que tiene los pies bien afirmados en la realidad, es un ejemplo de político pragmático. ¿Decir entonces que quiere engañar a sus adversarios? Tampoco; sería una astucia tonta por su transparencia, cuando Gorbachov es un hombre muy inteligente, rodeado, además, de todo un grupo de asesores también inteligentes que no permitirían semejante error propagandístico.

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¿Qué queda entonces como posible explicación? Que se trata, simplemente, de un malentendido semántico. Cuando Gorbachov lanza el lema de "Europa, nuestro hogar común" no dice que así es, sino que así debe ser. No constata un hecho, sino que fija una meta. La expresión es indudablemente equívoca y puede ser entendida de una u otra manera; la interpretación que le demos es asunto nuestro. Si la interpretamos en el espíritu de enemistad queda reducida a una evidente mentira con sucias intenciones políticas. Pero se la puede interpretar también en sentido amistoso, no sólo con respecto a Gorbachov, sino también con respecto a los intereses europeos. El lema se convierte entonces en postulado y se plantea inmediatamente la pregunta sobre el realismo de tal postulado, y esto me parece lo más importante, ya que implica un lla mamiento a una determinada actividad política.

Cuando hablamos de una "Europa, hogar común" nos referimos a la unidad de Europa, no como un hecho, sino como postulado. Examinemos, por tanto, el realismo de este postulado eligiendo los tres planos que me parecen más importantes: el cultural, el económico y el militar. El orden no es casual, ya que está determinado por grado de dificultad de los problemas correspondientes a cada uno de estos planos.

Así pues, "nuestro hogar común" en el sentido de una cultura europea en toda su amplitud, que abarca las ideas, los sistemas de valores y las actitudes imperantes en Europa, implicando la disposición de la gente a actuar en concordancia con esas ideas y valores.

En cierto sentido, éste es el plano más fácil para construir la unidad de Europa, ya que se trata, hasta cierto punto al menos, no sólo de un postulado, sino de un estado real, resultado de la comunidad de destinos históricos de los pueblos del continente, sobre todo si comparamos este panorama general de una cultura europea así entendida con, por ejemplo, la asiática o la africana.

Esto es cierto. Pero basta reflexionar un instante para comprender lo relativo de esta hipótesis, porque Europa está, internamente, no sólo dividida, sino incluso desgarrada en distintas áreas culturales debido a las diferencias de lengua, religión, sistemas de valores, actitudes humanas, etcétera, lo que hace que los tipos de personalidades humanas que encontramos en las diversas regiones europeas se diferencien más que los tipos de otros continentes.

¿Qué nos queda así de nuestro postulado en este campo cultural? Quizá sólo la convicción de que su realización sería más fácil que en otros campos, a condición de hacer desaparecer los actuales obstáculos (¡lucha ideológica!) y garantizar una libertad de contactos estables. Pero incluso en este campo aparentemente más fácil no cabe subestimar las dificultades, que siguen siendo enogrínes.

En segundo lugar se nos plantea el problema de la unidad económica de Europa, que por motivos comprensibles (necesidad de tecnología y créditos occidentales) ocupa un puesto de primer orden en las intenciones de Gorbachov.

Esta unidad económica actualmente no existe y, lo que es aún peor, dentro de poco este postulado se hará más dificil de realizar que en el presente. El momento crítico será el año 1992, cuando surja un mercado común interno de los países de la Comunidad Europea, al cual se unirán de una u otra manera los países de la Asociación Europea de Libre Comercio (EFTA). La división de Europa en un Occidente próspero y tecnológicamente avanzado y un Oriente pobre será ya un hecho consumado, una división (con todas sus consecuencias políticas) y no una unificación. Las consecuencias de este hecho serán enormes, lamentablemente en sentido negativo.

En este campo queda una esperanza muy pequeña, que en muy determinadas condiciones podría modificar todo el cálculo: la lucha de Europa (occidental) con Estados Unidos y Japón por los mercados comerciales; una creciente orientación de los intereses estadounidenses hacia la región del Pacífico, lo cual puede ampliar el campo de maniobra de los países europeos; la apertura de los mercados de Europa oriental, de la Unión Soviética en primer lugar y por dura necesidad económica, a un intercambio comercial normal con Occidente, y no sólo en declaraciones verbales, sino una apertura real y sin restricciones. Esta esperanza existe, pero mientras tanto se trata sólo de ilusiones, ya que todas las condiciones mencionadas constituyen un sistema integral y deberían ser satisfechas al mismo tiempo. Pero, como he dicho, por ahora esto no es más que una ilusión, ya que aquí entran también en juego los intereses militares.

Veamos, por último, el plano militar. No vale la pena gastar palabras en la actual situación en este campo. Europa es el continente más dividido del mundo en el sentido militar (por aquí pasa la línea divisoria entre dos poderosos pactos militares), el más saturado de armamentos modernos, el más conflictivo, etcétera.

¿Y mañana? Si continúa la actual situación, no queda ninguna esperanza. Pero existe, en mi opinión, una posibilidad de cambio que sería capaz de neutralizar todos los factores negativos antes mencionados, y aunque la idea es heterodoxa, no es puramente especulativa. La confluencia de tres factores -menguante interés de Estados Unidos por Europa, creciente interés de la Unión Soviética por la República Federal de Alemania y creciente también interés de la RFA por los mercados de Europa oriental (análogo al interés japonés por el mercado chino)- puede llevar a una sorpresa: la reunificación de Alemania al precio de su neutralidad, lo cual implicaría el fin del Pacto Atlántico y, en consecuencia, plantearía el problema europeo de manera muy distinta.

Tal perspectiva es acogida con incredulidad y hay quienes lo creen un desvarío. Pero no son lucubraciones abstractas: ya se están elaborando planes en este sentido, habla de ello en público un influyente político alemán -el conde Lambsdord, presidente del Partido Democrático Liberal (FPD)- y lo observan con preocupación los políticos polacos, ya que cada Rapallo se hace siempre a costa de Polonia.

Europa como hogar común no existe, pero sí el postulado político. El cumplimiento de este postulado se ve sumamente dificil debido a las dificultades que supone. Pero la posibilidad no se puede excluir y sólo podemos seguir trabajando. A lo mejor se logra.

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