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Una mujer por la reforma musulmana

La lucha pacífica de Asma Mahmud y los partidarios de la apertura progresista en Sudán

Su padre, el ustadh -venerable maestro- sudanés Mahmud Mohamed Taha, fue ahorcado por traición y herejía hace ya cuatro años en Jartum. La furia de los sectores integristas sudaneses fue implacable con el anciano de 76 años de edad: su cadáver fue crucificado y despedazado. "Su crimen fue haber alentado la más osada de las revoluciones posibles en el mundo musulmán, la de defender una apertura progresista a partir de. los principios del islam", explica Asma Mahinud, su hija mayor y discípula predilecta. Una redactora de EL PAÍS visitó recientemente Sudán.

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Dicen en Ondurman, el barrio de Jartum donde late el corazón islámico de Sudán, que Asma Mahmud, abogada de 43 años, podría haberse convertido en la Benazir Bhutto de este país si su padre, el reformista islámico Mahmud Mohamed Taha, hubiese vivido un poco más. "Benazir se ha convertido en el gran ejemplo y esperanza de las mujeres musulmanas de todo el mundo", afirma Asma en su despacho ministerial en Jartum. "La presencia de una mujer en la dirección de un Estado islámico es una garantía de oposición a la sharia (la ley coránica que niega a las mujeres gobernar) y apoya la discriminación de nuestros derechos", añade.Con la actual primera ministra paquistaní, Asma tiene en común la tragedia de la ejecución en la horca de su padre por parte de un tirano. También el haber sido la hija predilecta y, a la vez, el brazo derecho de su progenitor en su aventura política. Finalmente, tiene, como Benazir, unos ojos muy negros y la exquisita elegancia en el uso del top -el manto de gasa blanca con que las mujeres musulmanas sudanesas cubren, con un toque oriental y misterioso, sus cabellos y sus vestidos occidentales.

Se casó, de acuerdo con los principios predicados por su padre, con un hombre elegido por ella, también Hermano Republicano y que se ha comprometido con la monogamía a pesar de que en Sudán los principios islámicos permiten a los hombres casarse con cuatro mujeres a la vez.

Eliminar la intolerancia

"Pero se necesita mucho valor y muchas, muchas energías para lograr el triunfo que Benazir ha alcanzado", afirma Asma con una sonrisa amplia y triste a la vez. Ni ella ni la mayor parte de los seguidores de Taha se han recuperado del golpe que supuso para ellos la ejecución del maestro. "No hemos renunciado a luchar por nuestras ideas; poco a poco el tiempo nos ayudará con nuevas fuerzas", añade resuelta.

Las lecturas sufíes, el credo pacifista del mahatma Gandhi, la simpatía por los conceptos socialistas de Justicia e igualdad -en su opinión, irrealizables con al marxismo-, inspirarn en su padre una reforma, sin abandonar los principios islámicos, cuyo principal objetivo era "abrir el camino al progreso y la tolerancia por la vía pacífica". Al defender estos ideales se enfrentó y condenó la implantación de la Sharía lograda por los integristas sudaneses en 1983.

Ello y el hecho de que argumentarasu filosofía en el propio Corán fue lo que suscitó en su contra las, iras de los integristas. "La Sharia y sus crueles castigos simbolizan la faceta más siniestra y retrógrada del islam; mi padre puso el acento en otros elementos de nuestros textos y enseñanzas religiosas, generalmente relegados a un segundo plano por los líderes religiosos, que reflejan una visión más abierta y progresista del islam", dice Asma.

"Su objetivo era eliminar la intolerancia que culminan en el concepto de Yihad -guerra santa- que tantas desgracias nos siguen causando", añade refieriéndose a la guerra civil que se prolonga en Sudán entre el Norte árabe y musulmán y el Sur animista y cristiano. "Sus ideas pretendían sacudir a los musulmanes de la parálisis que padecen desde la Edad Media", añade.

El programa del partido creado por Taha en los años cuarenta, los Hermanos Musulmanes, no se dirigió a ganar adeptos con vistas a las elecciones. Su estrategia se basó en la predicación en las calles, donde sus seguidores organizaban corrillos en los que se distribuían panfletos y se establecían charlas con los transeúntes, para contribuir a un cambio de mentalidades y costumbres "desde la base".

Asma participó activamente en estos grupos. "Nunca pretendimos ser un grupo de masas; sin embargo, los Hermanos Musulmanes comenzaron a preocuparse por la audiencia que nuestras charlas atraían", dice. "Así que comenzaron a organizar también ellos corrillos en los que intentaban tapar nuestras voces con la defensa a gritos, y a veces con los puños, de sus principios".

En 1985 Hasan el Turabi, el líder de los integristas cada vez más poderosos, decidió cortar por lo sano. Utilizó uno de los panfletos de Mahmud en los que condenaba la imposición de la Sharia y le acusaba de hereje y traidor a su país. "Mi padre era un musulmán muy religioso", afirma Asma. "Pero no entendía el empeño del Gobierno por imponer la Sharia a los sudaneses que son cristianos y, con ello, impedir la paz", dice.

El anciano fue detenido junto a cuatro de sus discípulos y condenado a la horca. Los restos de su cadáver, despedazado por sus verdugos tras haber sido crucificado, fueron subidos a un helicóptero con la orden de ser arrojados en paradero desconocido. A sus cuatro seguidores se les perdonó la vida a cambio de que se retractaran. Las cámaras de televisión recogieron las imágenes de los jóvenes encadenados en sus calabozos y acosados por las preguntas teológicas de los integristas.

Un golpe de estado pocos meses después marcó el comienzo de una pretendida era dernocráfica en Sudán. Pero Asma y su familia siguen apelando ante el Tribunal Supremo para que les devuelvan los restos del maestro.

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