Un antecedente silenciado
En enero de 1986 dos aviones de la compañía Iberia, un DC-9 y un Boeing 727, fueron víctimas de dos posibles sabotajes. En un caso se cortaron los cables de conexión de las luces que indican la posición del tren de aterrizaje; en el otro, las conexiones de las válvulas de vaciado rápido de combustible. Iberia decidi6 entonces mantener en secreto ese descubrimiento.La compañía ni siquiera denunció los hechos, sino que sólo "se transmitieron verbalmente a la Guardia Civil", como declaró en su momento el presidente de Iberia, Narcís Andreu. Los sindicatos, que conocían la noticia días antes de que fuera publicada en la Prensa, sellaron con Iberia un pacto de silencio para que el asunto no trascenciera a la opinión pública.
El pacto fue tan respetado que el entonces director general de Seguridad del Estado, Julián Sancristóbal, se enteró de los hechos leyendo los periódicos días más tarde, como él mismo manifestó.
Al juez de guardia
La Guardia Civil realizó una primera investigación, que fue remitida sin más al juez de guardia porque, según fuentes del citado cuerpo, el asunto no parecía revestir demasiada impertancia.
La compañía aérea quiso deim bien claro que las anomalías fueron detectadas en una revisión ordinaria de los aviones. Los técnicos quedaban así libre de toda sospecha.
La discreción con que se llevó el asunto, "por el buen nombre de la compañía", según declaró entonces su presidente, contrasta con la decisión actual. Iberia ha hecho pública ahora esta nueva denuncia cuando sigue sin solucionarse el conflicto laboral protagonizado por los técnicos de la Asociación Sindical Española de Técnicos de Mantenimiento de Aeronaves (ASETMA).
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