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Petrovic condujo al Real Madrid, con sus 47 tantos, a la final de la Recopa de baloncesto

Luis Gómez

Si hubo varios partidos dentro del partido, el definitivo lo resolvió Petrovic. Y ya no se sabe si son las circunstancias las que allanan su camino hacia el estrellato o es él quien las domina para salir airoso de cada trance multiplicando su fama. Ayer Petrovic redondeó sus diez mejores días como madridista: le aclamaron como a los toreros. Algún aficionado madridista de los de postín sostiene ya por las calles, por los bares, por los círculos donde se asientan las leyendas del club, que el de Petrovic es el mejor fichaje del Real Madrid después de Di Stéfano. Lo dice por intuición y porque sabe que, como la saeta rubia, fue por unos días del Barcelona. Lo dice no sin cierta nostalgia. Y lo dice con pena. Los tiempos cambian y ese fichaje no juega en el Bernabéu; juega a ese invento moderno que es el baloncesto, con tanto negro y tanto gigante dando saltos sin aparente razón.El primer partido dentro del partido acabó pronto. En los seis primeros minutos, el equipo madridista acaparó 20 tantos de ventaja (29-9). Al minuto 12, 27 tantos de diferencia (47-20). La eliminatoria parecía resuelta y el encuentro podría entrar en una fase inane, aburrida, protocolaria. Entre Fernando Martín, Biriukov y Petrovic, el Madrid había hecho un juego perfecto en ataque, con un porcentaje de acierto del 88,9%, un porcentaje casi utópico. Pero, en un largo período de interinidad, el Cibona, sin hacer grandes cosas, aprovechando el tiempo muerto, como entreteniendo la espera, volvió a coger la onda, a tomar el tren de la semifinal. Ya al descanso, la ventaja no era irreversible (57-43).

Las circunstancias se pusieron de parte de Petrovic. O al revés.

Y se pusieron o las pusieron así porque una salida en falso, con el jugador yugoslavo perdiendo excesivos balones, provocó que el Cibona se acercara en el marcador de una forma evidente (68-57). Lolo Sainz decidió sentar a Petrovic y jugar sin su aportación. Ahí estaba el Madrid sin Petrovic, el matiz que faltaba, la hipótesis con que todos los críticos podían jugar por unos minutos. Dos minutos después, el marcador había empeorado, 70-61, bajaba por vez primera de los diez tantos. Lolo Sainz terminó pidiendo la colaboración de yugoslavo: quedaban 13 minutos, mucho tiempo, y el Cibona, en esos momentos, empezaba a ser dueño de la situación. Petrovic salió a resolver, el entrenador le adjudicó ese papel claramente. Las circunstancias estaban con él.

Era su momento y era su papel. Y los datos estadísticos, fiables donde los haya en esto del baloncesto, no dejan lugar a la duda. Petrovic protagonizó la reacción madridista de una forma personal, inconfundible. Cuando el público estalló en gritos de torero, torero, el jugador yugoslavo había conseguido 23 tantos en 8 minutos sin un sólo fallo, mientras que el resto de sus compañeros sólo añadían a esa cuenta ocho tantos más. Es decir, Petrovic había conseguido el 75% de los tantos del Real Madrid justo en la fase en la que la eliminatoria se estaba resolviendo con carácter definitivo. Cuando el público le vitoreó, el rival, el Cibona, estaba ya definitivamente eliminado (101-78), no tenía tiempo para provocar otro partido.

El Madrid se coloca, pues, ante su segunda final de la temporada, la de la Recopa, y con vistas a cosechar un segundo título. Petrovic empieza a rendir éxitos a la entidad, pero, sobre todo, comienza a solidificar la sensación entre los madridistas de que el Real Madrid es un equipo poderoso, imbatible, dispuesto para una larga racha de éxitos. La afición descansa tranquila, parece recuperarse de recientes sufrimientos, ve el panorama con esperanza. Y Petrovic es un elemento fundamental en este sentimiento madridista, es el elemento mágico, el referente individual, la estrella.

Quedan para el análisis otras cuestiones, incluso contemplar la oscuridad a la que parecen abocados con indudable injusticia sus compañeros: el público, los críticos deportivos los entendidos superficiales no parecen ver más allá del destello del yugoslavo. No es el Madrid sólo Petrovic, pero lo parece.

El Madrid es algo más y jugadores como Fernando Martín, sobre todo en la primera parte, su hermano Antonio, y Biriukov con sus triples, cooperaron en la victoria de ayer. De hecho han sido ellos los que han resuelto otros encuentros. Pero hay que reconocer que este jugador es algo especial: provoca, síndromes, a favor y en contra. Los rivales se obsesionan y sus compañeros se frustran. Pero el aficionado, mucho meros sensible entre otras cosas porque pasa por taquilla, sólo desea la victoria y que se la traigan de la forma más sencilla y abundante posible. Y eso es, justa, lo que hace Petrovic. Ayer pudo haber salido a hombros en Madrid. Quién lo diría hace tiempo.

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