Palmas y pitos para Forlani al presentar su programa ante los democristianos de Italia
La segunda jornada del 18º Congreso de la Democracia Cristiana de Italia, que se inauguró el sábado en Roma, estuvo centrada ayer en el discurso de Arnaldo Forlani, candidato único a la sucesión de Ciriaco de Mita al frente del partido. Entre aplausos y silbidos, Forlani aseguró que la DC "tiene que volver a su curso natural". Para no desmentir su fama de tranquilo y perezoso, Forani llegó tarde.
Los que le esperaban para aplaudirle y desagraviarle de los silbidos de la noche anterior y los que querían repetirle la música tenían los nervios a flor de piel; estaban apretujados. muchos de pie, desde las nueve de la, mañana, porque el Palacio de Deportes se había quedado chico a pesar de tener capacidad para 25.000 personas. La intervención de Forlani estaba anunciada para las 11.00 horas. A las 12.08, el siciliano Silesio lucubraba sobre la diferencia entre "masa" y "pueblo", y la gente gritaba: "¡Vete!". El presidente del partido, Amintore Fanfani, que sabía que Foriani aún no había llegado, le dejaba hablar, aunque ya nadie lo escuchaba.Por fin, un campanillazo, y el presidente anuncio la entrada del torero: "Invito al onorevole Forlani a tomar la palabra". Explotan de nuevo, siempre en una mezcla explosiva, aplausos, gritos y silbidos, pero la sorpresa fue que Forlani, en realidad, aún no había llegado. Fanfani, nerviosísimo, dio la palabra esta vez a un calabrés, Vito Napoli, contrario a De Mita, quien dijo: "Quisimos un príncipe en el partido, y el príncipe nos ha gobernado con el poder y no con la política".
Termina el calabrés y de Forlani ni rastro. Fanfani suplica a la diputada demitiana Eletta Maria Martini que tome la palabra.
Por fin, a las 12.30, llegó el esperado, y fue acogido con un estruendo de mil cosas mezcladas: aplausos, pataleos, gritos, silbidos y hasta aullidos. Empezó diciendo: "No entiendo bien...". Más gritos. "No he entendido bien, queridos amigos...". Y lo mismo. "... de dónde procede esta contestación". Y nada. "Si me escucháis, intentaré explicaros...". Y los gritos subían de tono. Entonces aumentó el volumen de su voz y, haciendo poco honor a su apodo de el impasible, se calentó y gritó también: "Podéis ahorraros todo este caos, porque tanto yo como mis otros compañeros y mis otros amigos democristianos estamos desde hace años vacunados contra los silbidos, aunque se trataba siempre de silbidos de nuestros enemigos". Y como ni por ésas cesaban las protestas, lanzó su primera banderilla a De Mita: "Si la renovación del partido fuese verdadera, debería como mínimo respetar las reglas de la buena educación". Y aquí arrancó el primer "¡Bravo, bravo!".
La clave de su discurso fue que la renovación verdadera del partido espera hacerla él. "Yo quiero, espero, con la colaboración de todos, en espíritu unitario", dijo, "llevar a cabo un proceso coherente, incisivo, de modernización y renovación de la DC". Pidió que se estrechen más los lazos con los socialistas, y al partido comunista que abandone "los restos de leninismo" si no quiere, dijo, "acabar marginado política y culturalmente".
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.