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Pepe de Palol

Una vida escarbando España en busca de fragmentos de historia desconocidos

Pere de Palol, nacido en Gerona en 1923, ha pasado la mayor parte de su vida escarbando España en busca de fragmentos de historia desconocidos. Tras 47 años dedicado a separar la tierra de la cerámica, Palol acaba de ser nombrado recientemente profesor emérito de la universidad de Barcelona (UB), en la que en 1970 creó la primera y única cátedra de Arqueología Cristiana existente en España. Tiene entre sus alumnos fama de profesor duro, pero una selección reducida de todos ellos ha seguido sus pasos y, con el tiempo, ha creado una escuela, autora de una parte de los más importantes estudios sobre los resultados de las excavaciones arqueológicas realizadas en los últimos años.

Al finalizar la guerra civil, la arqueología en España había quedado desfasada en comparación con el resto de Europa, explica Palol. Durante los años de la posguerra se licenció en Filosofía y Letras por la UB y se doctoró en Madrid. Pero ya como estudiante empezó a realizar sus primeras excavaciones. El abuelo de Palol, a quien describe como "periodista, escritor y poeta", realizó algunos hallazgos del paleolítico. Su padre inició excavaciones en Agullana (Gerona), y en esta misma localidad, Pere de Palol empezó a trabajar en 1942 en el descubrimiento de una necrópolis.Hasta 1956 colaboró como ayudante en las excavaciones de Empúries, donde por sus manos "pasó toda la cultura grecorromana". Palol explica que durante aquellos años se trataba de reconstruir lo que la guerra había deshecho: la escuela creada a principios de siglo por Pere Bosch Ferrer, a quien conoció personalmente. Pero entonces cuando la mayor parte de sus colegas decidió dedicarse a la arqueología prehistórica, Palol empezó a especializarse en el paso del Imperio romano a la época medieval y en el surgimiento del cristianismo.

Obtuvo, tras doctorarse, una cátedra en la universidad de Valladolid, desde donde dirigió una amplia zona de excavaciones, en la que destacaron con el tiempo los trabajos en el poblado visigodo de Soto de Medinilla y de la ciudad romana de Clunia. Por estas y otras excavaciones hizo pasar progresivamente a sus mejores alumnos, entre quienes tiene la fama de duro. "Mis estudiantes tienen que saber alemán, es imprescindible para estar al día en la profesión", afirma. "Aquellos que quieran trabajar en alguna de las excavaciones que dirijo, deben conocer el latín y el griego clásico", añade. En 1970 regresó a Barcelona e inauguró la primera, y única hasta ahora, cátedra de Arqueología Cristiana de España.

Autor de 18 libros y 300 artículos, Palol tiene además de la arqueología otra pasión: las reproducciones de búhos. Junto a su extensa biblioteca particular, colecciona "no sé cuantos" búhos que cada vez que necesita coger un tomo aparta con cuidado.

En contra de la imagen cinematográfica de los arqueólogos de látigo y sombrero, la tecnología ha estado cada vez más presente en el trabajo de Palol. Taquímetros y fotografía aérea son algunos de los instrumentos básicos de las excavaciones actuales, "pero la tecnología ha traído también el principal enemigo de un arqueólogo: el detector de metales en manos de particulares", explica Palol, que es capaz de relatar sin inmutarse el día en que encontró casualmente un tesoro de monedas de oro.

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