Ignorancia del pueblo
Cuentan que Aristóteles consideraba a los esclavos incapaces de hacer filosofía. Así, permanecían desposeídos de su ciudadanía y de la misma capacidad de argumentar sobre cuándo hay justicia o cuándo hay injusticia.Pasaron los tiempos y muchos científicos sociales profundizan la opinión aristotélica sosteniendo que la argumentación sobre lo justo o lo injusto carece de sentido.
Enrique Gil Calvo, en su Jaqueca de John Wayne (EL PAÍS, 20 de enero de 1989) no dice esto, pero lo roza. La ignorancia del pueblo en economía -nos dirá- lo convierte en presa fácil de la demagogia sindical, pero es imperioso recomponer unos acuerdos, vencer unas resistencias hoy obreras, bancarias y militares ayer, en orden a lo inevitable: austeridad y sacrificios para ahorrar, invertir y crear empleo. La "eficiencia económica es una e innegociable". Es contingente "lo socialmente posible".
Estamos siempre en lo mismo. La verdad a medias. Austeridad y sacrificio, sí, pero ¿de quiénes y con qué reparto de costes sociales? ¿Quién pasa a ser propietario de lo por todos ahorrado e invertido? Todos somos responsables para hallar una salida, pero no en la misma medida, porque tratar igual a desiguales es tratarlos desigualmente, porque distintas posibilidades dan lugar a diversas responsabilidades. Todas, necesarias; muchas, importantes; algunas, imprescindibles. Esto no puede ignorarlo el discurso económico o político. Y si lo silencia o lo da por supuesto, nos ha de consentir que desconfiemos. ¿Por qué? Ya se ha escrito anteriormente: "Cuando se impide hablar sobre lo que debe ser, lo que es tiene razón".-