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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Europa y el desarme

LA PUBLICACIÓN por el Pacto de Varsovia (PV) de un cuadro de sus fuerzas armadas, comparándolas con las de la OTAN, es un paso previo -pedido por los occidentales- al inicio en Viena, el mes que viene, de la negociación sobre la reducción de armas convencionales en Europa. Se partirá sobre bases nuevas y en unas condiciones que nadie duda en calificar de favorables. La URSS ha admitido que el ámbito cubierto por las medidu de desarme abarque desde el Atlántico a los Urales, englobando, por tanto, al territorio europeo de la URSS. Otro cambio decisivo es que la Unión Soviética acepta las inspecciones sobre el terreno, lo que -con la experiencia práctica del control sobre la supresión de los misiles de alcance medio- abre perspectivas de sumo interés para alejar los peligros-. De todos modos, los obstáculos son enormes y el proceso será largo y difícil, pero el clima internacional es propicio, y si se concentran los primeros esfuerzos en medidas que imposibiliten ataques por sorpresa, se contribuirá a la distensión entre las dos partes de Europa.Siempre se ha subrayado la importancia decisiva para nuestro continente de las negociaciones sobre armas convencionales. Sigue siendo verdad, pero ahora la política europea necesita una reconversión que abarque otros campos. El alcance de lo que Gorbachov ha iniciado en la URS S, con las repercusiones que ha tenido ya en Polonia y Hungría, pone en cuestión la vigencia de la política de seguridad aplicada desde hace décadas. ¿Tiene sentido considerar hoy como problema número uno la defensa ante la amenaza de una apresión del Este? ¿No está desapareciendo el enemigo en la medida en que el proceso de reformas en la URS S y en otros países saca a la luz una realidad económica, política, incluso ideológica, incompatible con la imagen de un país, o de un bloque, capacitado para lanzarse a la destrucción de Occidente? No se trata de ignorar las disparidades militares, y las conversaciones de Viena tienden precisamente a ponerles fin, pero Europa necesita, sin esperar a que mejore el equilibrio militar, abordar de manera más ofensiva las nuevas posibilidades que surgen de la cooperación y el intercambio en diversas áreas con ciertos países del Este.

En este orden, la concepción de Europa del Este como un todo, siempre exagerada y simplista, -hoy borra los factores esenciales para definir una política inteligente. En Hungría y Polonia -y en cierto modo en la URSS- están en marcha reformas económicas que abren espacios crecientes al mercado, a la empresa privada, y que ofrecen condiciones positivas a las inversiones y la cooperación con Occidente. El intercambio económico con esos países no es ya sólo comercial. Tiene campos de desarrollo ayer inimaginables que pueden dotar a las economías de esos países de una dinámica nueva, con creciente protagonismo de la iniciativa privada y, por tanto, con una proyección liberalizadora en lo político.

La importancia de los casos húngaro y polaco estriba en que a la par de las reformas económicas se han iniciado reformas políticas que van en el sentido del pluralismo. Si durante un período Occidente se ha dedicado a denunciar lo que en el Este violaba las libertades y los derechos humanos y a sostener las víctimas de esas violaciones, la realidad de hoy es que avanza un posibilismo político en la oposición y un reformismo desde el poder que logran puntos de coincidencia para encuadrar el proceso liberaflzador.

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Diversos gobernantes occidentales han actuado en ese nuevo marco, en ciertos casos con acierto, pero han sido gestos dispersos: no existe una concepción al día de lo que debe ser la política europea hacia los países del Este que trascienda la obsesión por lo militar y que parta de un enfoque positivo, no defensivo, capaz de asumir los nuevos fenómenos que van a surgir sobre la marcha. El Acta única ha incluido en el marco de la Comunidad Europea una política exterior coordinada"; para que cuaje en las relaciones con el Este, la presidencia española debe tomar iniciativas que rompan una rutina improductiva.

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