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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las barbas del vecino

LA CRECIENTE interdependencia de los mercados financieros mundiales no podía tener, como consecuencia lógica, más que la extensión paralela de sus inmoralidades. Hace ya tres años, la comisión de control de la Bolsa estadounidense, la Securities and Exchange Commission (SEC), descubrió la escandalosa práctica del suministro de información confidencial a inversores privilegiados. La SEC consiguió imponer entonces una multa de varios millones de dólares al financiero Boesky por sus operaciones en la Bolsa de Nueva York. Pero lo que parecía un episodio pasajero era, en realidad, la punta de un iceberg. Y cuando la persecución de este delito en EE UU ha dado con los huesos de famosos intermediarios en la cárcel, en Francia y Japón comienzan a descubrirse cánceres similares. Mientras tanto, en nuestro país estas medidas sólo producen sonrisas de autosuficiencia en quienes, sin duda, son agentes activos del insider trading.Hace unas semanas, la SEC indicó a las autoridades francesas que poco antes del anuncio de la operación de compra de la sociedad estadounidense Triangle por la compañía estatal Pechiney se adquirieron miles de acciones a 10 dólares (cotización de Triangle en la bolsa neoyorquina), valor que saltó a 56 cuando Pechiney anunció oficialmente la compra. Cincuenta mil de esas acciones a 10 dólares habían sido adquiridas por un íntimo amigo del presidente Mitterrand. Un asesor del ministro de Finanzas ha dimitido "para defenderse de las acusaciones de haber sido él quien facilitó la información".

En el centro del escándalo se encuentra un hombre de negocios libanés, que hace un año ya fue utilizado por el Gobierno para efectuar una compra masiva de acciones de la reprivatizada Société Générale, en un intento por romper el enclave derechista de su accionariado. El presidente, el primer ministro y el de Finanzas se han defendido con vigor y han decidido hacer públicas las conclusiones de la investigación emprendida por la Comisión de Operaciones en Bolsa (COB). Acaso fuera bueno pensar, como sugiere Le Monde, en una COB europea, una policía de los mercados financieros, independientemente establecida por la CE. Algunos vecinos harían bien en poner sus barbas en remojo ante la ola de rasurados que terminará imponiéndose en las bolsas internacionales.

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