Diálogo con ETA

Parece ser que todos, partidos políticos y Gobierno de la nación, están más o menos de acuerdo en que el fin de ETA debe pasar por un diálogo. El problema se sitúa fundamentalmente en el cómo, dificultad que se acentúa por la desigual naturaleza de los interlocutores; por un lado, instituciones constitucionalmente legitimadas como auténticos y únicos representantes de la sociedad y, por otro, un cuerpo sociológico que a nadie representa, pero al que hay que ofrecer una salida para que deje de matar.Quisiera apuntar que ETA no es una estructura unitaria ni mucho menos monolítica, sino un corpus sociológico formado: a) por su cúpula y comandos (ETA Militar); b) por un importante número de presos, al que hay que añadir sus madres, esposas, hermanos/as (ETA purgante); c) por HB y acólitos (ETA simpatizante). Dado que el entendimiento con la cúpula es, hoy por hoy, imposible y los escribas de HB carecen de autoridad para imponer sus criterios en la organización, la única posibilidad de diálogo es con ETA purgante, que además de ser la más numerosa e influyente en la sociedad de Euskadi es, por sufrir en sus carnes la intransigencia de sus jefes, la más proclive al entendimiento.

Para nivelar a los interlocutores de este diálogo pienso que Gobierno y partidos políticos deberían nombrar unos mediadores, personas de su confianza y que a la vez gozaran de prestigio entre las filas abertzales, a fin de que, en nombre del Estado, avancen junto a los representantes de ETA purgante unas soluciones de cara, fundamentalmente, a dar salida a los presos y a todos aquellos que voluntariamente digan adiós a las armas.

Esta sugerencia intenta que la parte más significativa de ETA recupere su protagonismo, y de

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objeto de negociación ("¿qué hacemos con los presos?") se erija en interlocutor del acuerdo que a ella le afecta, aislando así, con su iniciativa, a la cúpula, que sin el apoyo de sus héroes, no es más que un gang política y sociológicamente aislado de la realidad de Euskadi- Javier Pérez.