Julio Iglesias
pudo irse a cantar tranquilizado a Brasil la víspera de Navidad, después de haber superado un doloroso trance. Su bodega, una de las más importantes de Estados Unidos, especialmente en vinos franceses, y cuyo almacén fundamental conserva en Los Angeles, empezaba a deteriorarse a causa del calor excesivo. Los buenos cuidados de técnicos y enólogos han conseguido detener lo que para el cantante hubiera sido una catástrofe, ya que como él repite con frecuencia, por las tardes, mientras prepara una actuación o graba un disco, empieza a pensar en la botella que abrirá por la noche a la hora de cenar. "Esto", suele añadir, "ine interesa tanto o más que la mujer que me está esperando".
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