Alexander Vasilievich Suvorov
La rehabilitación del minusválido a través del ajedrez
A los tres años perdió la vista y a los nueve el oído. A los 34, Alexander Vasilievich Suvorov goza de un gran prestigio como psicólogo en la Unión Soviética y está a punto de terminar su tesis doctoral sobre el desarrollo de la imaginación en los niños ciegos y sordos. Su intervención en un debate sobre la utilidad del ajedrez en la rehabilitación de minusválidos, dentro del congreso internacional que se clausuró el domingo en Madrid, dejó impresionados a los asistentes.
"Ingresé en la escuela especial de Zagorsk, cerca de Moscú", recuerda Suvorov, "poco antes de que mi muerte espiritual fuera irremediable. Allí logré conservar la capacidad de hablar y aprendí la dactilología" (lenguaje basado en el contacto manual con un asistente). Al principio consideraba el ajedrez "como un mero entretenimiento", pero después se convirtió "en una herramienta esencial para establecer relaciones amistosas con los niños".La conversación se desarrolla a través de las manos de Alguis Arlauscas, amigo de Suvorov y director de una película protagonizada por éste que ha ganado tres premios internacionales. Tanto en el guión del filme como en la tesis doctoral, el autor se declara "irreconciliable con los métodos típicamente fascistas de quienes pretenden marginar para siempre a los sordomudos ciegos convirtiendo las escuelas en inclusas".
Suvorov define su vida como "un eterno pensamiento. A veces", añade, "bajo al parque a pasear o a esquiar mientras sigo pensando y hablo en voz alta. Así me relajo sin dejar de trabajar. Cuando llego a casa escribo todo lo que se me ha ocurrido". Le gusta provocar a la gente, "porque es la mejor manera para establecer comunicación. Suelo llevar un silbato en el bolsillo y cuando me siento agobiado y empujado por la gente en las escaleras del metro pito muy fuerte; como mínimo habrá un policía que me hará caso".
Éste es su segundo viaje al extranjero. "El primero fue a Hamburgo, durante la época de Breznev, y lo pasé muy mal porque no podía hablar de lo que quería. Los funcionarios soviéticos siempren estaban recordándome cómo tenía que comportarme fuera de la URSS. Eran malos tiempos. Ahora, en Madrid, puedo decir lo que pienso sin miedo, y además me tratan como si todos fueran mis amigos".
Desde que llegó a España, Suvorov no dejó de establecer comparaciones con la URSS, .cuya población se despierta ahora de un sueño letárgico que comenzó en la época de Stalin". Tras una larga pausa, añade: "Creo que muchos de mis compatriotas no pueden creer que una iniciativa tan atrevida como la perestroika no tenga su correspondiente castigo. Por otra parte, resulta curioso que yo esté aprendiendo democracia en la España capitalista. La libertad que cada uno pudo ejercer durante el día de huelga general me dejó muy impresionado".
Alexander Suvorov se muestra especialmente crítico con el aparato burocrático de su país y con la superespecialización en el trabajo. Su chiste preferido resulta muy ilustrativo: "Un ciudadano soviético va al hospital para que le pongan una lavativa y se sorprende mucho de que haya dos médicos esperándole. '¿Hacen falta los dos para algo tan sencillo?', pregunta. 'Naturalmente', le contestan, 'uno sabe cómo hay que prepararla, y el otro, dónde hay que ponerla".
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