El crimen perfecto
La descripción tan completa y detallada del proceso de afeitado de los toros -"(...) el serrucho seccionó médula sangrante (...) tapona la hemorragia clavándole una astilla por el canalillo (...) oculta estrías con asquerosa grasa de carro y (...)" - que el crítico taurino de EL PAÍS hizo el pasado día 5 denota claramente que él ha presenciado, por lo menos una vez, la operación; entonces, ¿por qué no nos cuenta, si no quiere pasar por encubridorcómplice, quién es el verdadero cerebro responsable en este hasta ahora crimen perfecto del afeitado?Al parecer, la pista dada en el esclarecimiento del crimen por el razonamiento qui prodest? (¿quién se beneficia?) -responsable el torero y con él el apoderado- no vale; el ganadero, por lo visto, todo lo más que hace es no impedirlo -de ahí que le sancionen a él subsidiariamente-Iel empresario tamoco, pues le interesa ofrecer un espectáculo de la máxima pureza; al dueño del coso le da igual, pues el asunto del afeitado no creo yo, taurino de tercera, que figure explícitamente en los pliegos de condiciones para la explotación de la plaza.
No me queda más que el público. ¡Pobrecito! Se tiene que conformar con lo que le echen. Si acaso, vocifera, pita y hasta tiran almohadillas.
Por favor, señor Vidal, don Joaquín, ande, diga la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad- Alfio Martín Olarte.
