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El colapso de la razón

El filósofo Alfred Schmidt habla en Madrid sobre la escuela de Francfort

Sobre la actualidad y la inactualidad de la escuela de Francfort ha disertado ampliamente Alfred Schmidt, uno de sus principales representantes de la última generación, ante numerosos especialistas, profesores y estudiantes de filosofía. La ocasión ha sido un maratoniano seminario-conferencia organizado en Madrid por el Instituto Alemán y la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense.

Si uno se figura un hermoso hotel alzado sobre un precipicio, podrá también imaginarse la sensación que experimentarían sus huéspedes. El espectáculo exterior, sin duda, les sobrecogería pero quizá les hiciera gozar con más intensidad de las opíparas comidas y de las exquisitas obras de arte que adornasen el interior.El gran hotel al borde del abismo de la nada fue la metáfora que utilizó Georg Lukacs en su Asalto a la razón para denunciar la incongruencia entre la confortable vida privada y la trágica visión del mundo de Arthur Schopenhauer Más tarde, en el prólogo a la nueva edición de su Teoría de la novela, el polémico marxista se remitió a esa misma metáfora para caracterizar el pensamiento de Adorno y la escuela de Francfort. En esta corriente de marxismo heterodoxo que Horkheimer y Adorno fundaron en los años veinte y treinta y luego iba a ser una de las banderas de los jóvenes del 68, Lukacs veía la encarnación de la intelligentsia de la alta burguesía que, desde el exquisito confort de su clase, se estremece ante la miseria y el potencial revolucionario de los oprimidos.

Schmidt insiste en que la influencia de Schopenhauer en Horkheimer no es casual, ante el asombro de la mayoría de los asistentes, a quienes les resultaba difícil entender cómo es posible combinar de un modo coherente a Schopenhauer con Marx.

El profesor Schmidt es un hombre afable y corpulento, que dispara como una ametralladora, ante el más leve estímulo, parlamentos alemanes de la más pura dicción clásica. Piensa que "Schopenhauer es un elemento de la teoría crítica de Francfort, y en él se funda el intento aborda do por esta teoría de explicar los distintos estratos de los procesos históricos. El marxismo propende a la transfiguración y a la glorificación de la historia, a la que Schopenhauer, en cambio, no le concedió ninguna dignidad metafísica. Lo que la escuela de Francfort considera posible no es -y en esto se separa del marxismo ortodoxo- la glorificación de la historia, sino su explicación. Por lo demás, yo añadiría que para Horkheimer el marxismo sólo tiene la verdad de una época histórica concreta. Su valor es únicamente el de un diagnóstico crítico, No el de ninguna verdad eterna, sino el de una verdad epocalmente limitada".

Afinidades

Pero, a propósito de la metáfora del hotel, no hace falta ser ningún experto en marxismo para descubrir ciertas afinidades electivas entre la escuela de Francfort y el joven Lucaks, cuya legendaria Historia y conciencia de clase coincide en más de un aspecto con las tesis francfortianas. Y sin embargo, Lukacs y, en general, los marxistas se refieren a Horkheimer y a Adorno con bastante dureza."Hay dos razones", dice el corpulento francfortiano, "para explicar el odio de la ortodoxia marxista a la escuela de Francfort. Una es política: Horkheimer y Adorno criticaron acerbamente los procesos estalinistas de Moscú en los años treinta. La otra razón es filosófica. La ortodoxia soviética había decretado la existencia y la validez de una dialéctica de la naturaleza, cosa que la escuela de Francfort -como también, por otra parte, hicieron el joven Lukacs y Korsch- negaba de plano. No debe pasarse por alto, sin embargo, que en una reciente Enciclopedia de la filosofía burguesa aparecida en la República Democrática Alemana Horkheimer y Adorno son ya valorados positivamente".

Por su parte, la escuela de Francfort parece compartir con Heidegger la crítica de la técnica y con Popper la autoadjudicación de la etiqueta de "pensamiento crítico". Pero estas afinidades electivas no le impiden lanzar contra y uno y otro los más venenosos dicterios. "También la antipatía que manifestaron Horkheimer y Adorno para con Heidegger estuvo políticamente motivada. No le perdonaban su pasado nazi, y les parecía injusto e inconsecuente que se hubiera enseñoreado de la filosofía alemana en los años cuarenta. No obstante, me parece oportuno constatar que Marcuse representa una importante excepción a esta regla, porque llevó a cabo el intento de diseñar una analítica materialista de la existencia humana, a la que Heidegger había llamado Dasein. Y su crítica a la tecnología y al uso politizado de la misma, que es uno de los temas capitales de su obra El hombre unidimensional, coincide en parte con la de Heidegger".

En cuanto al conflicto de la escuela con Popper, Schmidt lo sitúa en el contexto del debate del positivismo. A Horkheimer y Adorno les parecía que, paralelamente a Heidegger pero en sentido opuesto, Popper disfrutaba de una posición injustamente hegemónica en los años de la posguerra y la guerra fría. "Era el papa de la tecnología y de la ciencia. El popperianismo entiende el empirismo como una abstracción. Popper rechaza la historia, aunque de joven fue socialista".

Momento estelar

Uno de los momentos estelares del pensamiento de Franefort fue la Dialéctica de la Ilustración de Horkheimer y Adorno. En esta obra, la razón crítica supo iluminar con una penetración y una belleza dignas de Nietzsche o Freud, explorando lo inexplorado en las figuras de Ulises y la Julieta de Sade, el colapso de la razón, las oscuras, ambiguas y ancestrales raíces míticas del modelo de conocimiento técnico y la oculta fascinación que ejerce el mito sobre el ideal de la Ilustración. El libro contiene una crítica de la industria de la cultura que volvió a alcanzar nueva popularidad en los años sesenta con la emergencia de la contracultura. Ésta, a su vez, no tardó en industrializarse. Pero "en la Dialéctica de la Ilustración", precisa Schmidt, "ni siquiera se contempla la posibilidad de la contracultura, si bien es indiscutible que sus críticas a la industria de la cultura continúan absolutamente vigentes. La cultura de masas materializa y envilece lo que debieran ser los genuinos productos culturales. No es más que mera reproducción de lo que es el caso. Trata con las técnicas del intelecto instrumental, como si fuera algo eterno".A la pregunta de si es posible resumir en un par de frases el legado final del pensamiento de Horkheimer y Adorno, Alfred Schmidt responde que "el momento actual de la escuela no es el de su pasada grandeza. En todo caso, la escuela de Francfort es menos una doctrina que una determinada actitud. La teoría crítica se siente obligada y comprometida a la Ilustración, a la que teóricamente no rechaza como tal. Tampoco va contra la técnica en sí, sino contra la técnica que se pone al servicio de los poderes económicos".

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