_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El amor necesario

En recientes obras filosóficas y literarias se ha planteado el problema de si la necesidad de ese único ser que se ama es verdadero amor o mera dependencia y utilización egoísta. Es muy frecuente la frase "te necesito, no puedo vivir sin ti" como expresión suprema del amor necesario. Esta necesidad de ser amado es más patética cuando se convierte en obsesiva demanda de su presencia con quejas y hasta llanto, que reflejan una completa subordinación. ¿Cómo se origina la dependencia amorosa, esa dicha enajenada que nos hace vivir de otro?Sabemos que el amor es de esencia espiritualista, tranquilidad íntima y que vive amurallado en el cerebro. En este sentido es la absoluta subjetividad, el actus purus, "die reine Gefulht", el sentimiento puro. Hegel, en Filosofía de la religión, espiritualiza el Yo de forma creciente, hasta el extremo de llegar a una ruptura total con la corruptora y disolvente objetividad que son los otros seres. Esta concepción la asume Bauer y la derecha hegeliana, frente al progresivo materialismo de la concepción del amor de la izquierda hegeliana. Para Hegel, pues, el amor es liberación subjetiva de la oprobiosa supeditación que crea la necesidad de otra criatura para existir y que se puede transformar en objeto imprescindible de nuestra pura subjetividad. Pero cuando aparece fuera de uno, él o ella, que crea la pasión de amor, se acaba esta límpida paz de autoconciencia. Por esta razón, Marx, en La sagrada familia, dice que la objetividad expresa exactamente lo que el amado es para el amante, un objeto exterior de su afecto en el que satisface la propia búsqueda de su sentir. Así, el Otro es vitalmente necesario para el sujeto que ama, porque lo hace amante real, efectivo. Ahora bien, si en un primer momento de la aparición ese ser es un mero objeto, más tarde se convierte en "sinnlicher Gegenstad' (objeto sensible) y se humaniza al hacerse totalidad amorosa necesaria. De aquí deriva que hagamos a los otros objeto de nuestros sentimientos.

El amor necesario forma parte de la estructura objetiva de la subjetividad, es decir, buscamos encontrar el otro yo que somos, un desdoblamiento. "¡Te necesito, sólo vivo de ti!" revela una dependencia que corresponde a la esencia egoísta del amor. El Otro materializa nuestro sentimiento amoroso y nos lo hace vivir. Por consiguiente, es el objeto de la subjetividad, en la que desaparece como sujeto por sí mismo. Unamuno decía que su mujer era tan suya como sus piernas y sus brazos, para expresar que la había incorporado totalmente a su ser. Así podía vivir tranquilamente, olvidándola, porque su amada mujer estaba tan ausente de su vida diaria como el propio cuerpo, del que sólo tenemos conciencia lúcida en determinados momentos excepcionales. "El amor nos enseña a hacer de los seres humanos objetos de nuestra afectividad" (Marx), por ello no podemos vivir sin el amado, a quien necesitamos como el aire para respirar. Pero esta necesidad tan dramática es una hipocresía, ya que no necesitamos la persona amada tal como es, un sujeto que viene por sí mismo y que ignoramos, sino tan sólo su presencia objetiva, su compañía física. ¿Cabe deducir que es radicalmente falsa la necesidad de otro ser para amar?

"Te amo porque te necesito" es la fórmula del amor inmaduro, afirma Erich Fromm. Sin embargo, la objetivación, ese ir apasionado hacia el objeto amoroso, constituye la verdad del amor. No podríamos amar realmente si no necesitáramos a ese ser que esté siempre presente, que nos acompaña todas las horas. Claro que esta necesidad trascendente de la inmanencia se puede convertir en puro mecanismo, en hábito ciego, como en el caso de Unamuno que citamos, en costumbre dulce que disuelve la verdadera correspondencia amorosa. Pero el amor necesita siempre otro ser, aunque sea para nuestros fines de realización personal. "Al amar ha abandonado la pasión de soledad y aislamiento que representaba el estado de narcisismo y autocentrismo" (Erich Fromm). Ahora bien, la dependencia amorosa puede llevar a la abyección, sometiéndose el amante a los caprichos y hasta a las violencias del otro como un esclavo, idolatría embaucadora en la que pierde su independencia de pensamiento para conformarse y obedecer lo que el amado quiere. "Él es todo, yo no soy nada" significa una degeneración del amor necesario. De otra parte, el amante, al absorber la otra persona, se siente acrecentado, realzado, supervalorado. Es lo que denomina Paul Tillich "autoafirmación natural o autoaceptación paradójica", para sostener un elemental y primitivo amor a sí mismo. Existe también un amor necesario, deformado cuando los amantes sienten lo que precisan cada uno como propio. Este egotismo a dos los fortalece y aúna sus intereses para defenderse contra un mundo hostil.

Hay muchas manifestaciones deformadoras o envilecidas del amor necesario, pues al desear a otro buscamos apropiárnoslo, convertirlo en eje de nuestra vida. Lúcidamente descubre Sartre el afán de dominar al que me hace ser. "Soy porque está a mi lado silenciosa siempre la persona que quiero". De esta forma convierto el sujeto en objeto de mi ansia de ser. "Al amar queremos adueñarnos de la libertad de otro". Sin embargo, la sumisión objetiva del amado tampoco nos satisface. Deseamos que sea para mí objetivamente sujeto que viva y actúe por sí y a la vez se me someta, lo que crea un conflicto insoluble para el amor necesario. Contrariamente, si necesitamos una criatura con vehemencia enloquecida, perdemos nuestra libertad y nos objetivamos por completo, dejando de ser lo que somos. Entonces surge otro imperativo: convertir al amado en siervo de mi necesidad, para que haga lo que quiero a todas horas, siempre. Como esta sumisión total es imposible, el amor necesario como unidad con otro, dice Sartre, no es realizable nunca. Éste es el drama de todo amor positivo que nace de la objetivación recíproca, o de la necesidad de ser mediante los otros.

El amor tiene el poder satánico de crear seres-objeto, pero también a los sujetos en hombres humanos. Cuando tal ocurre ya no buscaremos en el otro un espejo que nos refleje el propio yo, sino que lo aceptamos tal cual es y aprenderemos a amarlo por sí mismo, sin que le necesitemos para vivir, o quizá necesitando más que nunca la reciprocidad del amor que convierte a los amantes en objeto único inseparable. Sólo así el amor necesario objetivo, base natural del amor, se transforma en amor subjetivo real, innecesariamente necesario.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_