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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Europa mestiza

LOS INFORMES comunitarios sobre un descenso demográfico en Europa han reavivado la polémica sobre el escaso resultado de una política tendente a mejorar los índices de natalidad nacionales a golpe de medidas administrativas. En general, hay un vicio de fondo al formular las políticas natalistas: se justifican con fantasmas apocalípticos sobre el envejecimiento de la población cuando, antes que nada, deberían ser una respuesta a la lícita aspiración que tienen los ciudadanos de sentirse aliviados de los apuros domésticos, laborales o económicos que se suelen generar a la, hora de decidir una paternidad / maternidad responsable al margen de cómputos estatales sobre la necesidad del tercer hijo.Las medidas de fomento van desde el subsidio, más o menos sustancioso, a la pareja progenitora -pero que tiende a adjudicar las obligaciones puericultoras a la mujer- hasta aquellas soluciones que añaden al auxilio económico fórmulas de excedencia laboral y ayuda doméstica que permiten a los padres dentro o fuera del matrimonio) escoger quién asume la responsabilidad más prosaica y hogareña de tutelar la prole. En España, tanto los montantes económicos de los subsidios como la normativa laboral al respecto son paliativos irrelevantes.

Sin embargo, este discurso de opciones particulares no es el dominante cuando un Gobierno habla de estadísticas demográficas. Al ciudadano se le pretende inculcar un deber, más allá del ámbito familiar, para la regeneración de la cabaña nacional. El principal argumento de este orden consiste en advertir sobre las consecuencias en la pirámide de edades, y sellega a anunciar el impago de pensiones ante el crecimiento de la población jubilada frente al estancamiento del colectivo laboral en activo y cotizante. Es cierto que la pirámide de edad del inmediato futuro pende como una afiladísima espada de Damocies sobre las cuentas de los actuales sistemas de seguridad y previsién social y puede llegar a amenazarlas de ruina. Pero también es auténtico que en este asunto se suele oivl'dar que la riqueza nacional de los países europeos sigue creciendo y que la cuantía y pago de pensiones. como otros temas, es al fin y al cabo una cuestión de redistribución de esa riqueza. Las apelaciones al aumento demográfico se dan, paradójicamente, en un momento en que el problema del paro afecta de forma dramática al colectivo juvenil. En el fondo da la sensación de que los Gobiernos no han advertido claramente lo que supone la revolución tecnológica como cambio en la estructura económica y en las actitudes socioculturales y mantienen una preocupación decimonónica, lógica en el período de revolución industrial, sobre el suministro a mansalva de mano de obra.

En última instancia subyace en el pánico europeo ante el crecimiento negativo un recelo de tonalidades racistas: la escasez futura de mano de obra propia deberá enjugarse con inmigrantes del Tercer Mundo, dando lugar a una sociedad plurícultural que aterroriza a más de una mente bien pensante. Porque resulta que, a escala planetaria, la visión del problema es radicalmente la contraria: las regiones subdesarrolladas duplicarán la cifra de sus habitantes en el plazo de 50 años. Los discursos políticos europeos en la materia padecen una grave contradicción interna: recomiendan a sus conciudadanos la. fertilidad, pero cuando contemplan el orbe hablan de control de la natalidad, un control que delegan al llamado Tercer Mundo. Un cambio de óptica que evidencia el cálculo egoísta y estnetamente casero del problema. Quizá ha llegado la hora de plantearse no sólo la inevitabilidad -en un mundo con fronteras cada vez más frágiles- de una Europa multirracial, sino también la conveniencia de una Europa voluntariamente mestiza. Un planteamiento de este tipo lograría erradicar de cuajo los peligrosos focos xenófobos que surgen de cuando en cuando en el Viejo Continente y enlazaría, además, con la propia esencia de Europa: la de ser crisol de culturas y tierra de encuentro entre tradiciones y razas muy distintas.

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