Pianísimo
Hablar de política ya no es aburrido. Qué va. Se ha convertido en una excitante charleta sobre la moda femenina de los entes o el sabor de las mariscadas subvencionadas. El último grito ideológico ha sido un piano. De pronto, las tertulias han visto aflorar un movimiento radical en contra de la pianocracia socialista frente al renacimiento de los principios del pianismo-leninismo. Se veía venir. Tanto culto a Mozart en un ministerio tradicionalmente comprometido con la trompetería wagneriana era una fisura letal en el blindaje del Estado. Y la derecha, en su empeño azuzante de hacer ver gigantes allí donde sólo hay molinos, ha embestido contra el pacífico instrumento del ministro con el mismo ardor con que los guardias rojos de la revolución cultural se cargaron los vestigios occidentales de la China maoísta. Un partido que se autodenomina obrero se ha de conformar con las castañuelas y la murga. Los pianos, ya se sabe, son cosas de la burguesía. Y la burguesía bien nacida se paga sus vicios y no los sisa de¡ presupuesto público.Los pianófilos de corazón nunca veremos un piano como algo superfluo y ostentoso. De hecho, todos los ministerios deberían contar con un piano de plantilla y una dotación para clases de música, que dicen que amansa a las fieras. El piano para Narcís Serra debe ser entendido como el lavabo donde cada noche el ministro se lava las manos; y se atusa las ideas perfumándolas con tres o cuatro sonatas. Y este país debería sentirse orgulloso de que al final del inventario de Defensa, junto a los misiles y los F-18, se encuentre la maquinaria precisa y plácida de un piano de cola.
Pero esos nuevos sheriffs de la derecha harían bien en no disparar sobre el pianista. Disparen sobre el ministro que renuncia a su residencia gratuita en el ministerio para ascender al chalé de alquiler. Pregunten cuánto nos cuesta al mes que Serra haya cambiado el piso por El Viso y exijámosle a cambio del piano un par de conciertos al año, pero poco más. Al fin y al cabo, un ministro así debe ser lo más parecido a una especie protegida.