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Allá donde termina el asfalto

Ratas, barro, riachuelos... en Manoteras, un barrio sin acabar

Berna González Harbour

En el barrio de Manoteras no hay matarratas que valga. A pesar de las campañas de desratización y de las continuas idas y venidas de algunos vecinos a los despachos de la Junta Municipal de Hortaleza en busca de soluciones, las ratas siguen asomando los hocicos por las rejillas de las callejuelas a medio asfaltar de este barrio. Un reducto de calles cortadas a las que bomberos, taxistas y coches fúnebres difícilmente pueden acceder.

Juan Marañón, un jubilado que ha pasado casi 25 años en este barrio, airea desde 1982 una carpeta de cuero desgastada que desborda papeles: recortes de periódico, fotocopias de cartas enviadas al Ayuntamiento, y las consiguientes respuestas municipales, que no son sino un continuo trasvase de la pelota de uno a otro departamento."...Y con el mayor interés paso nota a la concejala presidenta de la Junta Municipal de Hortaleza, quien le contestará directamente al respecto. Reciba un cordial saludo, Juan Barranco", escribe el alcalde a nuestro vecino de Manoteras. "Los servicios técnicos de la Junta Municipal, de forma ininterrumpida de lunes a viernes, y de nueve a doce horas de la mañana, le atenderán en todo aquello que pueda dudar. Sin otro particular, reciba un Cordial saludo, Pilar García", firma días después la susodicha concejala.

El caso es que allí donde se corta la calle de Vélez Blanco hay una graciosa vaquita pintada sobre una piedra, junto a un cartel que dice: "Vía pecuaria". Es la triste broma que pintó algún vecino irónico ante una calle que de pronto se corta, se estrecha y sustituye el asfalto por barro. A partir de ahí acaba la civilización y empieza un camino enlodado, con riachuelo incluido, y con unos cuantos desperdicios urbanos, de esos que no caben en un cubo de basuras (una taza dle water despedazada, un colchón ... ).

Para separar las casas del barro hay lana alfombra de cemento que intenta hacer las veces de acera. Es estrecha (unos 70 centímetros), apenas levanta dos centímetros, y cuando llueve se cubre de los goterones que caen a cántaros desde las tejas. La opción no está muy clara: ¿mejor mejarse?, ¿mejor mancharse los pies de barro?

Impuestos

Los vecinos como Juan Marañón ya están pensando en no pagar impuestos. "Si estamos pagando y pagando, si nos están hablando de mejoras municipales, de dotaciones para los barrios, y vemos que esto sigue igual que siempre, ya no nos compensa aportar nada a las arcas del Ayuntamiento. Tenemos que ver los resultados", dice este jubilado de 62 años.Bajo la cornisa de un super mercado se reúnen en una mañana lluviosa los ancianos. El hogar para la tercera edad más próximo está, según dicen, a cuatro kilómetros, por lo que, hartos y campechanos, desenfundan una mesa de camping y la baraja y juegan al tute.

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"Estamos hartos. No tenemos local para pasar los días, y no nos vamos a quedar en casa las 24 horas, así que nos venimos aquí a pasar el rato, al rincón del supermercado", dice Pedro López Galindo, de 66 años. Armados de bufandas y gabardinas, antiguos barnizadores, metalúrgicos y albañiles forman corrillo bajo la cornisa.

Ni asfalto, ni hogar de ancianos, y ni siquiera servicio de correos. Por tal no tienen más que uno de esos camiones que aparcan durante unas horas en la calle para facturar los paquetes del vecindario. Por cine tienen un enorme edificio cerrado, cubierto de pintadas, con apariencia de fábrica, que, según los vecinos, nunca llegó a abrirse.

Del Ayuntamiento se escuchan promesas de que todo está en vías de solución. Las cartas que los organismos oficiales han escrito a Juan Marañón revelan intenciones de trabajar en este sentido. Pero, por el momento y desde hace muchos años, los vecinos de Manoteras se ajustan las botas para atravesar los montículos de barro y llegar a la farmacia.

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Sobre la firma

Berna González Harbour
Presenta ¿Qué estás leyendo?, el podcast de libros de EL PAÍS. Escribe en Cultura y en Babelia. Es columnista en Opinión y analista de ‘Hoy por Hoy’. Ha sido enviada en zonas en conflicto, corresponsal en Moscú y subdirectora en varias áreas. Premio Dashiell Hammett por 'El sueño de la razón', su último libro es ‘Goya en el país de los garrotazos’.

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