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FASE CLASIFICATORIA PARA EL MUNDIAL 90

España emborrachó a Irlanda de fútbol

Alex Martínez Roig

ENVIADO ESPECIALLos chicos de Luis Suárez iniciaron ayer de forma espectacular la fase clasificatoria para el Mundial de Italia 90. No sólo vencieron al rival en teoría más difícil, Irlanda, sino que lo hicieron destapando, en la segunda parte, un fútbol de altura que hacía mucho tiempo que no se veía en la selección. Ésta es una generación privilegiada, en la que se mezcla la fuerza y la técnica, y que quizás ayer comenzó a ser consciente de -lo que es capaz. Suárez ha dado la alternativa a unos jóvenes con ilusión, fuerza y técnica, capaces de enloquecer al público de Sevilla y provocar gritos de " ¡torero!", "¡torero!".

La victoria ante Irlanda fue, sin embargo, costosa. Durante los primeros 45 minutos, España se encontró frente a dos ordenadas barreras que le impedían cualquier movimiento ofensivo. Suárez colocó en la defensa a Andrinúa como hombre libre y a Sanchis y Górriz como marcadores y situó a cinco elementos en el centro del campo: Quique Flores y Jiménez en los laterales, Roberto como obrero cualificado y Michel y Martín Vázquez como creadores. Entre todos controlaron la posesión del balón en los primeros 45 minutos, pero. sin traspasar la jauría de perros de presa de Jack Charlton. Sólo Górriz (m. 1), Flores (m. 34) y Michel (m. 37) crearon oportunidades de gol. El planteamiento había sido serio, pero ineficaz. Manolo y Butragueño tocaban pocos balones y en pésimas condiciones y los carriles laterales estaban en desuso: el de Quique Flores, por overbooking, y el de Jiménez, por despiste de sus compañeros, que no le alimentaban de balones.

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Todo cambió a partir del minuto siete de la segunda parte. Manolo, en la primera ocasión clara de gol de que dispuso, clavó el balón en la red con un disparo en el que había puesto toda su alma. Manolo, debutante con suerte, enloqueció y recibió incluso el abrazo de Suárez. Aún habría enloquecido más si el segundo gol que marcó no hubiese sido anulado por fuera de juego inexistente. En ese momento, Suárez debía de estar pasándolo mal. Contra Yugoslavia y Argen tina, en los dos partidos amistosos con los que se inició su man dato, España comenzó marcando, los respectivos árbitros anularon sendos goles que eran real mente legítimos y la selección acabó perdiendo, en el primer caso, o empatando, en el segundo.

Pero España jugaba anoche en un campo embrujado, el Villamarín, donde ha ganado los siete partidos que ha disputado y donde venció a Malta por aquel histórico 12-1. Y el embrujo sevillano envolvió a los 11 españoles, que comenzaron a embriagarse con su juego.

Abiertas las líneas irlandesas, España bordó 25 minutos de un juego preciosista, rápido y eficaz. Michel, a gusto en su responsabilidad, se erigió en líder, por primera vez de forma clara, de un grupo humano en el que no había fallos. Jiménez y Flores corrían por las bandas como si fuesen trenes de alta velocidad; Sanchis, Górriz y Andrinúa se hartaban de ganar a Cascarino y Aldridge en las peleas a codazos y cabezazos por los balones altos; Martín Vázquez y Roberto aparecían en un rincón de la defensa para robar un balón y un segundo después estaban en un rincón del ataque dispuestos a empujar a sus compañeros; y los bajitos Manolo y Butragueño se escabullían bajo las faldas de las torres irlandesas para crear el desconcierto en una defensa que reclamaba a gritos la ayuda de los compañeros del centro del campo. No encontraron respuesta: estaban completamente mareados.

El segundo gol, una volea impecable de Butragueño, acabó con la resistencia irlandesa. El equipo revelación de la última Eurocopa se vino abajo. Charlton sustituyó a Aldridge por Quinn, un delantero aún más alto, pero, mientras Irlanda trataba de jugar por-las nubes, sin conseguirlo, España tocaba el cielo. Conscientemente, y en contra de los deseos de un público extraordinario, España pasó a controlar más los movimientos M balón. Y lo hizo como sólo pueden hacerlo los equipos seguros de sí mismos: cuidando los pases en el centro del campo, pero sin echarse atrás. Renunció a propósito a marcar más goles, pese a que el escenario estaba preparado para ello: en las gradas, el público gritaba borracho de alegría, y en el césped, los irlandeses estaban borrachos de fútbol.

La diferencia entre unos y otros quedó entonces clara. Irlanda sabe jugar al fútbol de una sola manera: patadones continuos, lucha desaforada de todos sus hombres en el marcaje y búsqueda de las cabezas de los delanteros. Muchas veces saca buen partido de sus virtudes primitivas, sobre todo en su terreno, pero ayer se encontró, en la segunda parte, con una selección que no sólo sabe rasear el balón, sino que disfruta abusando en su control. Una selección con una concepción moderna del fútbol.

La etapa Suárez se inicia, pues, con los mejores augurios. La anarquía en el juego de los tiempos de Miguel Muñoz ha dejado paso a un esquema ordenado, trabajado y moderno. El cambio ha llegado a la selección. El listón se colocó tan alto que, en el futuro, las comparaciones deberán hacerse siempre con la segunda parte del partido de ayer como referencia. Va a ser muy díficil me orar esos 45 minutos.

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Sobre la firma

Alex Martínez Roig
Es de Barcelona, donde comenzó en el periodismo en 'El Periódico' y en Radio Barcelona. En EL PAÍS ha sido redactor jefe de Deportes, creador de Tentaciones, subdirector de EPS y profesor de la Escuela. Ha dirigido los contenidos de Canal + y Movistar +. Es presidente no ejecutivo de Morena Films y asesora a Penguin Random House.

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