_
_
_
_
Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Peligroso revisionismo

EL DISCURSO pronunciado por el presidente del Bundestag, Philipp Jenninger, con motivo del 502 aniversario de la noche de cristal (inicio de las persecuciones nazis contra los judíos) ha provocado un escándalo político de raras proporciones en la República Federal de Alemania. Prácticamente todos los partidos políticos han expresado su protesta, y el propio canciller Kohl ha tomado distancias respecto a Jenninger, uno de los principales líderes del partido democristiano en el Gobierno y estrecho colaborador del canciller antes de ser elegido en 1984 presidente del Parlamento. La ulterior dimisión de Jenninger permitirá reducir el impacto del escándalo, sobre todo en el plano internacional.Pero sería erróneo considerar las palabras del presidente del Bundestag como un hecho aislado, fruto de la insensatez. Al intentar explicar por qué los alemanes dieron a Hitler una adhesión tan entusiasta entre 1933 y 1938, Jenninger dejó traslucir su admiración ante esos "años fascinantes". "Años fascinantes" que despiertan en otros pueblos europeos pesadillas de otro signo: por ejemplo, en España, el del bombardeo de Guernica por la aviación nazi, como ha reconocido en una reciente resolución el Parlamento de la RFA. Es cierto que la admiración de Jenninger por esa fase de ascenso de Hitler se entremezcla con sentimientos de mala conciencia, pero el resultado ha sido que en su discurso emergen argumentos justificativos del nazismo. Incluso en lo referente a la persecución de los judíos, dijo que, al ocupar puestos que no les correspondían, era lógico se les "mostrasen límites". La gravedad del escándalo radica en que las palabras de Jenninger reflejan lo que siguen pensando sobre ese tema sectores alemanes nada irrelevantes.

No estamos ante rebrotes de los grupos neonazis, cuya influencia sigue siendo escasa. Es otro fenómeno, más ideológico que político: una corriente de pensamiento tendente a dar una visión del hitlerismo radicalmente distinta de lo que fue en la realidad. La base social de esta operación se halla de forma frecuente entre los alemanes de edad avanzada, nostálgicos de una época en que Alemania dominaba a Europa. Pero también entre las generaciones modernas está comenzando a penetrar el debate histórico, jaleado por cierta prensa, emprendido por una escuela revisionista que se esfuerza por trivializar los crímenes del nazismo, negando que hayan sido un fenómeno excepcionalmente monstruoso. Se argumenta que, en las guerras, "todos cometen crímenes"; se dice que Hitler, a pesar de protagonizar actos reprobables, fue el primero en enfrentarse con el comunismo ruso, verdadero enemigo de la humanidad. Por vías diversas, se tiende a una rehabilitación del pasado nazi.

Paradójicamente, no deja de ser positivo que esa tendencia a dulcificar la condena del nazismo -e incluso a justificarlo-, existente de modo solapado en no pocas mentes alemanas, haya salido a la superficie con el solemne discurso de Jenninger en el Bundestag. Ello contribuirá sin duda a poner al descubierto una realidad que conviene no ignorar. La reacción rápida y unánime de los partidos demuestra que la clase política de Bonn es consciente de que la ruptura frontal con el nazismo está en la base de todo el proceso de construcción europea, que encuadra el presente y el futuro de la RFA. Sí se pusiese en discusión esta premisa, reaparecerían los demonios del pasado, que la reconciliación franco-alemana ha enterrado para bien de todos.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_